Recomendaciones para la preservacion de sitios arqueológicos cuando se realicen excavaciones arqueológicas

Comisión Nacional de MuseosArtículo realizado con Ana María Lorandi, publicado por la Comisión Nacional de Museos, Monumentos y Lugares Históricos, en la ciudad de Buenos Aires en el año 1992. Este folleto fue publicado como complemento del artículo de Daniel Schávelzon y Marcelo Magadán, Potrero de Payogasta, la arquitectura de una ciudad incaica en el noroeste argentino, en Ancient America, Contribution to New World Archaeology, Osbow Books, pp. 173-188, Oxford, 1992. Esta es la versión digital de la publicación hecha en 1992, manteniendo el texto original aunque con pequeños cambios de ortografía y redacción. Pese al incremento de la experiencia en el tema se ha preferido mantener la versión original para respetar las ideas sostenidas en ese momento.

La preservación de sitios arqueológicos en Argentina es un tema complejo que, pese a su importancia, ha avanzado poco. Ya hay trabajos que han revisado las pocas experiencias que tenemos y por cierto no todas son tan buenas como podría suponerse, pero también hay indicios de que algunas cosas están cambiando. Es en esa línea que estas normas se insertan, es decir dar algunas reglas básicas para que el trabajo del arqueólogo o de quienes tienen a su cargo el cuidado de un sitio, no interfiera con la preservación y con la futura restauración. Básicamente están pensadas para conciliar el trabajo arqueológico, que necesita de la excavación, con la no-destrucción de datos habitualmente no relevados que son de importancia para la restauración. Siempre debemos tener en cuenta que si la arqueología es una ciencia que reconstruye el pasado a partir de la interpretación de contextos, la restauración también los necesita, y una vez excavados difícilmente se pueda obtener información no recuperada antes. Nadie puede decidir por su propia cuenta si la obtención de información arqueológica es de mayor o menor importancia que la preservación del sitio en sí mismo.

Estas normas son mínimas, acordes con las normativas internacionales vigentes, pero pensadas para una realidad donde, a diferencia de la mayor parte del mundo, el arqueólogo no trabaja junto con el restaurador. De esta forma el profesional podrá tomar decisiones sobre su trabajo específico de tal forma que no afecte acciones futuras y sin distraer sus objetivos de investigación. De otra forma sería contradictorio predicar la conservación del patrimonio y a la vez ser factor de alteración o destrucción no reversible.

Por supuesto, estas normas se complementan con una biografía accesible para quien esté interesado en ampliar el tema y se complementan Con otras dos: la Ficha para el relevamiento de arquitectura arqueológica1 y las Normas mínimas para restaurar sitios arqueológicos prehispánicos de próxima difusión.

Como siempre las normas tienen límites imposibles de definir y el profesional a cargo de una excavación tendrá que tomar decisiones; únicamente se recomienda tener presente la perspectiva interdisciplinaria con que estas normas han sido pensadas.

NORMAS

1. Hacer un relevamiento preliminar detallado del recinto.

Es imprescindible hacer un minucioso relevamiento del recinto a excavar, no sólo para ubicar las cuadrículas sino para incluir otros tipos de datos tales como: muros, forma de los ángulos, espesor de paredes y sistema constructivo (pirca doble, simple, etc.), aparejo de las piedras, forma en que están trabadas, número y dispersión de las piedras caídas (hacia adentro, hacia fuera, extensión máxima de la dispersión), colocar siempre la escala gráfica dibujada y señalar pozos de saqueo si los hubiere o excavaciones anteriores. Debe ubicarse con precisión el área que será disturbada, las piedras removidas o cualquier otra información que pueda ser necesaria para aquellos que, mucho tiempo después, deseen interpretar lo existente antes de iniciar la restauración.

2. Retirar las piedras del piso sólo donde es necesario y colocarlas amontonadas en un sitio determinado

Todas las piedras que sea imprescindible remover para poder excavar, tras ser ubicadas en el plano deben colocarse dentro del recinto o en sus cercanías en forma de un cono o montaña, incluyendo en su interior botellas o basura moderna, ¡Nunca ponerlas encima de las paredes! No modifique paredes o construcción alguna poniéndole piedras de excavación, debido a que se impide una correcta interpretación de esa construcción, de su sistema constructivo y de su altura probable. Ubique en su plano el lugar donde se hizo la pila de piedras.

3. Nunca modificar la altura de una pared

La altura original de un muro se deduce del volumen de piedras caídas, la forma en que estas colapsaron y el área de su dispersión: si quita o pone piedras destruye esta posibilidad. Asimismo, los muros poseen sistemas constructivos particulares, por lo general correspondientes a épocas diferentes, a culturas distintas o a tradiciones artesanales específicas: no destruya la posibilidad de interpretar esto. El colocar piedras del piso o de la excavación sobre el muro también pone en riesgo la estabilidad de la pared, debido a la falta del material de unión y la irregularidad con que son colocadas, lo que produce el colapso en pocos meses.

4. Ubicar en un sitio preciso la tierra y las piedras excavadas

La tierra ya excavada no puede arrojarse en cualquier parte, cubriendo pisos, piedras caídas, o peor aún, atrás de una pared. No solo se destruye el contexto sobre el que se arroja la tierra, el nivel de piso o la forma y distribución de lo que queda debajo, sino que produce cambios en el escurrimiento del agua de lluvia. La tierra detrás de un muro produce un empuje asimétrico que termina derrumbando el muro.

Se recomienda colocar la tierra sobre un plástico grande (de la llamada “media sombra” de agujero grueso, de costo mínimo), lo que simplifica su vuelta a los pozos una vez terminado el trabajo, o en un sitio que será marcado en el plano con toda claridad. Siempre tenga presente la importancia que tienen los pisos y los niveles de actividad en un sitio; por ello tirar tierra indiscriminadamente puede resultar en una modificación en gran escala de uno o varios recintos o espacios abiertos entre ellos, modificando los procesos naturales e introduciendo un factor de alteración no siempre identificable.

En los informes y publicaciones se deben consignar las áreas donde se deposita la tierra o las piedras, o cualquier otra alteración que la excavación haya provocado en las construcciones. De ese modo, otro investigador en el futuro que intervenga en el área tendrá un conocimiento exacto de las alteraciones sufridas por el sitio.

5. No ayudar a mejorar la imagen del sitio

El mapeo serio de un sitio arqueológico implica la interpretación de cada grupo de piedras y las causas por la cuales están donde están. Toda modificación que se haga, aunque sea mínima, se suma a las anteriores o posteriores; a la larga se hace imposible la restauración de un sitio, o siquiera una correcta lectura de su arquitectura. Evite siempre la honrada tentación de ayudar a una pared o a un recinto.

6. Evitar excavar junto a un cimiento

Si bien a veces es imposible evitarlo, recuerde que el cimiento tiene dos lados; si se excava en uno, el esfuerzo que produce la tierra del otro lado provocará seguramente la caída del muro. Hay que tapar el pozo lo más rápidamente posible cuidando de apisonar bien la tierra. Si excava en ese lugar recuerde siempre que en uno de los lados de sus perfiles tendrá que hacer el dibujo detallado de la forma del cimiento, profundidad, sistema constructivo, tipo de piedras usadas, etc., datos necesarios para una posterior restauración.

7. Tapar siempre las excavaciones

Es habitual ver dentro de recintos caídos las marcas de cuadrículas y trincheras excavadas poco antes. La costumbre de no tapar los pozos provoca que los cimientos se aflojen, que pierdan su capacidad portante colapsando la estructura. Buena parte de Tilcara se cayó por pozos no tapados (ver las fotos de Debenedetti y Casanova y la actualidad), y la más grande estructura incaica del país, la Kallanca de Potrero de Payogasta, perdió dos de sus paredes simplemente por las trincheras hechas en su interior. Si bien es un esfuerzo grande e insume tiempo, es imprescindible no descuidar estos aspectos de la preservación. En el futuro será fácil identificar en cada sitio, tal como es práctica en México, Guatemala y Perú, cuáles son los recintos destruidos por excavaciones no tapadas y quienes fueron los responsables. Coloque basura moderna en el fondo.

8. Haga un plano final completo

Al terminar haga un nuevo plano completo con lo descubierto o agregue al preliminar todos los datos sobre la ubicación de la tierra excavada, las piedras del piso, de muros o de las cuadrículas, información sobre cimentación, pisos y rellenos: todo lo que pueda ser usado en la restauración. Pero mantenga siempre el hecho de que son dos planos, no uno. Caso contrario otro tendrá que buscar esos datos nuevamente (por ejemplo: el nivel original del piso) y ya estarán destruidos.

9. Deje un sector del recinto sin excavar

De ser posible, hay que tratar de que por lo menos una cuadrícula junto a un muro, de toda la superficie interior, no se excave y márquela en el plano con toda claridad; puede ser necesario excavarla para obtener datos para la restauración.

10. Trate de identificar los pisos de ocupación

Para restaurar es indispensable recuperar el nivel del piso del recinto, o por lo menos es habitual hacerlo con el último piso que estuvo constructivamente asociado a los muros. Cuando excave trate de identificar los pisos en sus perfiles, diferenciando los de ocupación de los que corresponden simplemente al proceso constructivo. Recuerde que un edificio no se construye en un solo día y que la tierra acarreada, que puede provenir de diferentes sitios, es apisonada y usada en el proceso mismo, que a veces dura meses. Pero esos niveles son muy diferentes de los que estuvieron expuestos y usados por largo tiempo, y que esto se ve en la unión con los muros y los cimientos.

Las excavaciones arqueológicas en general son abordadas pensando en la recuperación del contexto de uso y de las transformaciones que ese uso provocó en los sitios. Sin embargo, previo a la ocupación definitiva de un estadio construido, hay una manera constructiva que debe ser aislada metodológicamente del contexto de uso. Los procesos de formación de sitios son totalmente diferentes cuando se trata de acumulaciones culturales con un mínimo de acondicionamiento del espacio o como en el caso de cuevas, aleros o concheros, que cuando existe una construcción que implica remover y acarrear materiales, a veces en condiciones difíciles. En este último caso se producen acondicionamientos temporarios para facilitar la labor constructiva; es así como pisos, zanjas para cimientos o rampas para levantar los muros dejan muchas veces sus huellas, y no siempre fueron totalmente removidos de su emplazamiento original, o bien son observables mediante una excavación hecha con buena técnica de recuperación y registro.

El proceso mismo de construcción altera los suelos por acción del pisoteo, acumulación de deshechos y otros fenómenos similares a los de la ocupación posterior. De hecho y según el fin para el cual se destine cada recinto, la naturaleza de los restos dejados en el proceso de construcción y los que corresponden al proceso de ocupación no son necesariamente los mismos y por lo tanto resulta importante tratar de distinguirlos. Se tiende así a mejorar la interpretación de las alteraciones en las que no solo intervinieron la ocupación y el abandono posterior, sino también los procesos de reocupación.

Una vez más, desconocer la importancia de salvaguardar esta diferencia metodológica puede tener serias connotaciones teóricas. No sería sorprendente que el contexto resultante del proceso de construcción que puede quedar debajo de los pisos en uso, sea interpretado como un contexto cultural más antiguo. En otras palabras, por la naturaleza específica de los materiales, o por estar compuesto de restos culturales de uso cotidiano, o por provenir de grupos culturales o socialmente distintos al que ocupará luego el recinto, es factible que se los interprete en términos diacrónicos, aún cuando en sentido estricto resulte ser sólo cronológicamente anterior al uso concreto del edificio. En suma, aislar el contexto de construcción del contexto de uso tiene repercusiones no sólo en el plano de una futura restauración sino también en el de la interpretación científica de la historia del sitio.

NOTAS

  1. Marcelo Magadán, 1988, Propuesta de una ficha para el relevamiento de restos arquitectónicos en sitios prehispánicos, Arqueología Urbana no. 8, Instituto de Arte Americano Mario J. Buschiazzo, FADU-UBA, Buenos Aires.

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