La costa del Pacífico: ruta prehispánica de intrecambio con centro y sudamérica.

Rutas de intercambio de Mesoamérica y Norte de México

Artículo publicado en «Rutas de Intercambio en Mesoamérica y Norte de México», tomo I, páginas 75 a 79, presentado en la XVI Reunión de Mesa Redonda los días 9 a 14 de septiembre de 1979, organizado por la Sociedad Mexicana de Antropología en Soltillo, Coahuila, México.

Durante los últimos años, y particularmente frente al embate de las teorías sobre Modos de Producción, la antropología mesoamericana en general ha comenzado a preocuparse en forma intensa aunque anárquica, por los problemas de economía, intercambio, comercio, mercado, tributo y otros temas que son determinantes para el análisis infraestructural de una sociedad.

Si bien es evidente que han habido diferentes tendencias en las investigaciones, cosa que es imposible analizar ahora, en general se comenzó hace diez años a prestar atención a las rutas de comunicación prehispánicas, a los productos transportados, a los puertos de intercambio, a los mercaderes, e incluso a los objetos con «valor de cambio».

La bibliografía es demasiado larga para ser enumerada. Pero por lo general se ha dejado de lado (salvo contadisimas excepciones) el estudio de las formaciones económico-sociales que fueron tan especiales por poseer un tipo de economía particular, caracterizada por expresarse mediante un intenso movimiento marítimo (o fluvial) extendido a largas distancias, un gran movimiento de mercaderías de diversos tipos y por la existencia de un gran grupo de mercaderes especializados.

La historiografía de los trabajos que tocan el problema es muy vasta, y una primera deducción que podemos extraer de ellas, es que el fenómeno es variado y extenso. En principio podemos aseverar que existe una región donde, por lo que sabemos, este movimiento ha sido más intenso y de mayor duración: la costa del Pacífico: mientras que en el Atlántico, a la fecha, sólo conocemos con cierta profundidad el movimiento a lo largo del Yucatán, relativamente tardío, pese a que se conocen algunos otros ejemplos de menor envergadura.

En las costas del Pacífico es factible que los primeros contactos en balsas se remoten a la época Formativa, desde sus primeras épocas. Si aceptamos que va las primeras cerámicas del continente, tal como la Fase San Pablo de Valdivia (anterior a Valdivia I) sean intrusivas en la región, nos enfrentamos a una situación interesante y que debe ser tomada en cuenta. Incluso han habido propuestas bastante sensatas de que estos movimientos se remonten a épocas pre-cerámicas. Recordemos que la misma cerámica Valdivia se transportó a distancias lejanas, como la región serrana del Ecuador, y que conchas de diversos tipos comenzaban ya a estar en tránsito hacia el Perú. Respecto a épocas más tardías del propio Formativo sudamericano, las evidencias se hacen actualmente muy obvias, y ya para el 2000 a.c. hay interpretaciones que plantean contactos como los de Ocos-Chorrera, Chiapas, Machalilla-Capacha y varios más. Si se continúa con la lista de contactos, o por lo menos con los que se poseen suficientes elementos de juicio como para ser considerados factibles, vemos cómo entran en juego no solamente regiones de Ecuador y Mesoamérica, sino el Perú, Colombia, Costa Rica, Nicaragua, las costas de Guatemala, Chiapas, Oaxaca, Guerrero y todo el occidente de México.

Un buen elemento para tener en cuenta, o por lo menos uno más que queremos aportar a la larga lista de objetos considerados como en relación con contactos, son las hachas-monedas, utilizadas como valor de cambio casi con exclusividad en regiones linderas con el Pacífico. En Mesoamérica fueron comunes en Guerrero, Oaxaca, Chiapas, Guatemala y en algunos mercados muy importantes como Tenochtitlán.

Sobre los tiempos clásicos y posclásicos las pruebas se amontonan literalmente y no podemos reseñarlas, aunque sí llamar la atención sobre el hecho. Incluso tenemos información colonial que ya ha sido en parte estudiada.

En base a ésto es que quisiéramos plantear algunas consideraciones: si aceptamos la evidencia de este intenso movimiento, debemos aceptar también la existencia de sociedades costeñas un poco diferentes a las que estábamos acostumbrados a observar. Por ejemplo, debemos preguntarnos, tanto a nivel de relaciones sociales como de modos de producción, cosas tales como: ¿Cuál era la real división del trabajo para dar cabida a los grandes grupos de comerciantes, como el caso de los Chinchas peruanos, entre quienes los comerciantes eran tan numerosos como los agricultores y los artesanos? ¿Quiénes construían las balsas? ¿Qué inserción social tenían los que controlaban este intercambio y los objetos que se producían para sistematizar el cambio? ¿Cómo funcionaba el tributo, si es que existía?, ¿Los mercados eran libres o no?, y muchas más que van surgiendo y que nos llevan a rever algunos puntos oscuros.

Por ejemplo, en los últimos años algunos autores han intentado darle al mar una nueva imagen: se plantea que la economía de recolección deconchas y en particular la pesca, ha sido lo que en ciertas regiones permitió el surgimiento de las primeras culturas aldeanas, gracias al vasto excedente alimenticio que proporcionan. Estamos convencidos de esto, y la gran cantidad de evidencias de culturas Formativas en la costa del mar lo atestigua, pero no debemos dejar de lado el hecho que las explicaciones sobre el desarrollo social no pasan únicamente por el tipo de economía o de productos explotados, sino también por los mecanismos de producción y por las relaciones sociales que ésto determina, en un complejo juego dialéctico.

Lógicamente somos conscientes de que no debemos disociar el análisis de una expresión importante como ésta, de la verdadera infraestructura social, explicación que es bastante común: y nosotros mismos hemos caído en ella en alguna oportunidad. Pero si vemos el intercambio inmerso en los diferentes tipos de economía coexistentes en el mundo pre-hispánico, podemos apreciar facetas que de otra manera quedan ocultas. Quizás el motivo por el cual el movimiento marítimo a lo largo del Pacífico haya asombrado a tantos antropólogos, justamente sea porque en cierta forma no entraba dentro de los esquemas tradicionales de sociedades estáticas y exageradamente aldeanas. Es real que una de las características del Modo de Producción Asiático sea el mantener a las comunidades como tales, para explotar su superávit económico y físico. Pero ¿ qué pasaba con las centenares de aldeas y pueblos que a lo largo de las costas recibían constantemente balsas y embarcaciones que transportaban mercaderías entre el sur y el norte? ¿Cómo funcionaban los sistemas de escalas en viajes que sabemos por los cronistas que duraban algo así como seis meses? ¿Era un sistema más abierto, menos teocrático, con diferencias de tipo social en su composición (diferencias en relación a otros grupos)? Y las influencias externas, hasta donde producían importantes cambios culturales y políticos?.

Es evidente que las cuestiones son muchas y es de lamentar que la mayor parte de los trabajos que se realizan sobre el tema, sigan siendo sobre expresiones culturales que demuestran contactos y no sobre las causas, motivos, medios y consecuencias de este fenómeno. Actualmente se van extendiendo los temas sobre composición química de las cerámicas, como el caso de la cerámica con pintura iridiscente, las tumbas de tiro y su distribución, el importantísimo movimiento de conchas spondylus, y también el infalible maíz.

Otro tema que ha tenido una cierta aceptación entre los mesoamericanistas, ha sido el tratar de averiguar para quién eran los objetos intercambiados: si eran artículos para la élite como la obsidiana, jadeíta y similares, o si eran esencialmente objetos de consumo más masivo, tanto de tipo alimenticio como de uso doméstico (desde metales hasta conchas). Hasta ahora la situación sigue mostrando que los hay de ambos tipos, solamente que a los artículos suntuarios es mucho más fácil seguirle la pista arqueológicamente; aunque eso no anula el otro tipo de productos.

Pero regresando a nuestra idea original respecto al tráfico inter-Pacífico, pensamos que es ya necesario tratar de abandonar los análisis respecto, por ejemplo como plantea Zeidler (1977/8: pág. 32), a lo que los funcionalistas consideran como imprescindible para explicar la «difusión»: el tipo y la naturaleza de los objetos comercializados. Creemos que el planteo debe ser inverso: cómo funcionaba la sociedad o sociedades donde este proceso se realizaba, cuál era la estructura social determinada por el Modo de Producción que existía, qué tipo de formaciones económico-sociales concretas existían y a qué intereses servía este tráfico, y así podremos llegar a contestarnos preguntas de otra categoría: hasta dónde este intercambio, expresión de cierto tipo de relaciones sociales de producción, influía y podría llegar a ser en cierta forma determinante, incluso del propio modo de producir, y llevar a estas sociedades hacia estructuras menos aferradas a la estructura Asiática y tributaria, para aproximarse más a sistemas mercantiles (por comercio, no por mercado), más abiertas y con procesos internos de cambio más dinámicos.

Bibliografía

  • Schávelzon, Daniel
    1979 Arqueología y arquitectura del Ecuador prehis­pánico. En prensa en la Universidad Nacional Autónoma de México.
  • Zeidler, James A.
    1979 Primitive exchange, prehistoic trade and the problem of a Mesoamerican-south American connection. Journal of the Steward Anthropological Society, Vol 9, Nos. 1 y 2; págs. 7-40. University of Urbana, Illinois.

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