Artículo publicado en la revista DANA, Documentos de Arquitectura Nacional y Americana, número 23, del Instituto Argentino de Investigaciones en Historia de la Arquitectura, pps. 45 – 50, año 1987, ISSN 0326-8640, Resistencia (provincia de Chaco), República Argentina.
La idea de reconstruir la historia de este edificio, tan importante en nuestra ciudad y tan olvidado, me vino a la mente hace más de diez años, cuando colaboraba con el que en ese entonces era el Instituto de Arte Americano (1). Encontré en su revuelto archivo, fotografías y diversos documentos provenientes de los trabajos que habían realizado en la década anterior Mario J. Buschiazzo, José María Peña y Horacio J. Pando en su programa de arquitectura del siglo XIX. Al revisar estos papeles me llamó la atención lo poco que había sobre este edificio en comparación con el resto de la Casa Rosada en la etapa que había trabajado Tamburini. La bibliografía que existía en esa época -prácticamente la misma que hoy-, no traía referencias al ingeniero constructor, el sueco Carlos Kihlberg. Por cierto, hasta la fecha, el único que me ha podido facilitar algunos datos ha sido Ramón Gutiérrez, a quien agradezco su ayuda. Durante el año pasado he tenido la oportunidad de revisar nuevamente los archivos de fotos y documentos, allí reencontré estas fotos y planos que hoy puedo por fin utilizar. Espero que a partir de este primer intento, se pueda ir rescatando el material allí depositado durante tantos años, para darlo a conocer y seguir profundizando en nuestro relegado patrimonio arquitectónico.
En la historia de la arquitectura de nuestro país, existen edificios que podemos llamar paradigmáticos, o que en todo caso son modelos que en su época sirvieron para consolidar tipologías formales y funcionales y a su vez hicieron las veces de prototipos, sobre los que otros arquitectos realizaban obras similares. Quisiéramos analizar entonces uno de estos edificios, que hasta ahora no llamó la atención de los historiadores: el de la Casa de Correos, que actualmente es una parte de la Casa Rosada, por lo menos la mitad que queda de lo que fuera originalmente.
La historia de este notable edificio viene unida al amplio desarrollo que, durante el gobierno de Sarmiento (1868-1874) tuvieron el correo y el telégrafo, medios éstos de comunicación por los cuales el estado liberal mostró particular interés. No es posible destacar aquí la estrecha relación que el mismo Sarmiento vio entre la consolidación del poder del estado y los medios de comunicación; por ejemplo, podemos recordar que en esos años se logró establecer un conjunto de medidas de gran importancia, entre ellas la intercomunicación entre todas las provincias por medio del telégrafo -en 1872-, la obligatoriedad de usar una estampilla nacional para el franqueo internacional, el abaratamiento del franqueo, la fundación de la escuela de telegrafía, la legislación y reglamentación para el funcionamiento del correo, la instalación de la casa central en Buenos Aires -aunque aún no era la capital del país en ese momento- y la promulgación de la ley para la construcción de varios edificios nuevos para esta institución, en particular la Casa de Correos Central (en 1873). Según su criterio, todo esto revestía tal trascendencia que llegó a escribir.
Si, pues, se quiere constituir la República, nosotros principiaríamos la Constitución así:
«Artículo 1°. Suceda lo que sucediere, gobierne quien gobierne, en paz o en guerra, el correo será inviolable; permanente, regular. Ningún gobierno, ni jefe de fuerza armada podrá detenerlo, y el que lo hiciere está sujeto a las leyes ordinarias que castigan este atentado. (2)
En otro momento también mostró una claridad meridiana en cuanto a su personal visión del tema:
En conversación confidencial con Alsina le indiqué el deseo que tenía de ser administrador de correos, para secuestrarme de la política y empezar a desarrollar un sistema de comunicaciones con las provincias que, ligando el vapor de Europa con el correo de Chile, terminase con el establecimiento de la posta diaria, por la aplicación del «penny postage» (franqueo barato), la de diligencias a Mendoza, y, por fin, la de casas de posta-fuertes que atravesasen la Pampa, contuviesen a los bárbaros, fuesen hoteles y posadas para los emigrantes a pie, y un vínculo de eslabones de edificios y habitaciones para estrechar las relaciones de las provincias entre si. (3)
El proceso que se vivía no estaba desligado del auge internacional de las comunicaciones, herramienta imprescindible para la consolidación del nuevo modelo liberal capitalista que se estaba imponiendo. En 1865 se había inaugurado la Unión Telegráfica Internacional; en 1874 se organizaba la Unión General de Correos; en 1876 salía la Ley Orgánica de Correos de la Argentina y en 1911 ya existía una Unión Postal Sudamericana, fundada en Montevideo. Con mucha anterioridad se habían firmado convenios entre los países latinoamericanos; cabe recordar que desde 1838 Venezuela, Ecuador y Colombia suscriben el primero de ellos, y en 1848 se firmó en Lima el acuerdo que incluyó a todo el continente. Pero el organismo más importante, y cuya estructuración tuvo gran importancia para nuestro país, fue la Unión Postal Universal que sentó las bases para nuestro propio correo. Había sido creado a partir de la primera conferencia de París en 1863, y su fundación oficial tuvo lugar en Berna en 1874. A partir de allí se hicieron varias reuniones internacionales en las cuales participó nuestro país, que para fin de siglo había logrado desarrollar un sistema de correos notable para su época.
El gran impulso dado al tema del correo llevó de inmediato a la necesidad de construir un edificio ex-profeso, que cubriese las necesidades con suficiencia: para ello se dictó la Ley 556 del 5 de octubre de 1872, autorizando la construcción de varios edificios de correos, entre ellos la casa central. Era la síntesis final en el proceso de concreción de la visión liberal de las comunicaciones. La ley 556 dictaminaba la futura ubicación del edificio en la esquina suroeste del predio que había ocupado el antiguo fuerte de Buenos Aires.
El día 29 de enero de 1873, un nuevo decreto ordenó la elaboración de los planos que se encargaron al ingeniero constructor Carlos Kihlberg, con quien de inmediato se procedió a firmar el contrato correspondiente. Kihlberg se hizo cargo, y para el mes de octubre los planos estaban ya expuestos al público. Una nota del diario La Tribuna (4) decía que «en el almacén de los señores Fusoni y Maveroff está en exhibición el plano en perspectiva de la nueva casa de correos que muy pronto va a construirse, con frente a la Plaza 25 de Mayo y calle Victoria. Será indudablemente un majestuoso edificio que hará en todo tiempo honor a la administración actual y a los ingenieros que lo han proyectado».
Este proceso intenso culminó con un nuevo decreto del 9 de octubre del mismo año, por el cual se llamaba a licitación para la presentación de propuestas para la obra, que estaría dividida en dos partes: carpintería por un lado, y por el otro albañilería, herrería y yesería. El plazo vencía el 10 de noviembre.
Así rezaba el texto del llamado a licitación:
Ministerio del Interior: Buenos Aires, Octubre 9 de 1873. En uso de la facultad que confiere al Poder Ejecutivo la ley del 5 de octubre de 1872 para la construcción entre otros de un edificio destinado a casas de correos en esta ciudad. El presidente de la República Decreta: Art. 1°. Sácase a licitación la construcción del expresado edificio bajo las bases que ha formulado la oficina de Ingenieros y que se publicarán junto con este decreto. Art. 2°. Las propuestas presentarán selladas y lacradas en el Ministerio del Interior hasta las 12 del 10 de Noviembre próximo que se abrirán en presencia de los interesados que quisieren concurrir, siendo entendido que no se adquiere ningún derecho por el hecho de presentar propuesta, y que no se tomará en cuenta lo que pasara de 108.000 $ fts. que ha presupuestado dicha oficina para esa obra, debiéndose también ofrecer en ellas un fiador abonado que garanta el cumplimiento del contrato respectivo. Art. 3° Comuníquese, publíquese y dése al R.N. – SARMIENTO / ULADISLAO FRIAS. (5)
Un informe enviado por la Oficina de Ingenieros, firmado por Pompeyo Moneta en la misma fecha, le indicaba a Sarmiento que en el presupuesto no se había incluido la pintura de interiores y exteriores, ya que en función del costo total definitivo se decidiría «si se hace la pintura o el blanqueo de las paredes según convenga». Aun no existía el color rosado que tiempo más tarde pasaría a identificar al edificio.
Una vez abiertas las propuestas y discutidas por el jurado, el día 12 La Nación publicaba la siguiente información:
El gobierno nacional ha expedido el siguiente decreto: Buenos Aires, 9 de diciembre de 1873. Vistas las propuestas presentadas para la construcción de una casa de correos, en virtud del decreto del 9 de octubre último, y resultando ser más ventajosa la de los señores Pedro Franchi y Cía. que ofrecen hacerla por la suma de noventa mil pesos fuertes, bajo la garantía de Don Guillermo Matti; con lo informado por la oficina de ingenieros. El presidente de la República Decreta: Art. 1°. Acéptase la mencionada propuesta bajo la garantía ofrecida. Art. 2°. Pase este expediente al escribano general de Gobierno para que reduzca a escritura pública la propuesta de los señores Franchi y Cía. Art. 3°. Comuníquese, publíquese, dése al Registro Nacional. SARMIENTO / ULADISLAO FRIAS. (6)
Todo iba viento en popa hasta que en los primeros meses de 1874 llegó el fin del período de gobierno de Sarmiento, y una serie de problemas ensombrecían el panorama político y económico del país: la amenaza de una guerra con Brasil -apenas terminada la guerra con Paraguay-, la crisis económica y la lucha por el poder político en las elecciones. La única revista de arquitectura de la época, la Revista de arquitectura y trabajos públicos, publicaba una nota firmada por Teodoro de Groux de Patty -su dueño y único redactor-, la que decía que en ese año «las esperanzas de los constructores indudablemente no se realizaron» (7). El edificio iba a ser construido dos años más tarde, ya bajo el gobierno de Nicolás Avellaneda (1874-1880). Este nuevo presidente iba a iniciar por fin las obras, y los señores Franchi y Cía. emprendieron su construcción a ritmo lento; pero en fecha que no pudimos determinar se suspendió la obra.
Carlos Augusto Kihlberg fue uno de los buenos arquitectos que ejercieron en nuestro país durante la segunda mitad del siglo pasado. Nacido en Lidkóping, Suecia, el 14 de septiembre de 1839, arribó a Buenos Aires en 1869, siendo aún muy joven. Pero ya tenía una larga trayectoria, a tal grado que Sarmiento rápidamente le encargó trabajos de importancia. En su tierra construyó el Hospital de Lund, el Banco de Malno, la Universidad de Upsala y algunas residencias menores. Aquí, además de la Casa de Correos, proyectó la Capitanía General de Puertos, la estación de ferrocarril de Bahía Blanca, la de Rosario y uno de los edificios de la Universidad de Córdoba. Entre sus residencias se encuentran las de Peña, Ramos Mejía, Elizalde, Carlisle, Martínez de Hoz, With, Boyd, Böhn, Maxwell y Wilson; son en total 16 grandes mansiones.
El proyecto original consistía en un edificio rectangular de dos plantas con patio en el medio; la caja de la escalera, ubicada en el centro del cuerpo frontal, estaba ubicada en el centro de patio. El edificio en sí era una construcción pesada, imponente para su época, de tradición Renacentista -tan al gusto de los tiempos de Sarmiento-, de corte clásico y donde la estrechez del patio quedaba balanceada con el gran vestíbulo abierto en los dos pisos y la mansarda de los techos con sus respectivas cúpulas y miradores superiores. En el frente las ventanas de ambos pisos eran dobles, con un parteluz en el medio de los arcos de medio punto; pero lo que más se destacaba era el gran desnivel del terreno que bajaba hacia el sur, de tal manera que en su fachada sur se transforma en un basamento con ventanas irregulares y puertas de acceso. En el proyecto original éstas no habían sido consideradas, pero se las agregó en las modificaciones que se introdujeron en 1876.
El cuerpo delantero estaba estructurado a partir de una rígida simetría, con el vestíbulo del acceso en el centro, a la derecha los Salones de Abonados y en el ángulo los correspondientes a Estados Unidos y las Repúblicas Americanas. A la izquierda las salas de Franqueo, Valijas y otros varios, el ala lateral hacia el sur era el salón doble de Ultramar y había un pequeño depósito de sellos. El ala norte tenía dos puertas de entrada. A los lados de la escalera estaban los salones de Interior de la República, Campaña de Buenos Aires, Certificados y Reclamaciones. En la parte posterior se encontraban los depósitos y áreas de servicio del edificio. En el primer piso la distribución era muy semejante, y los salones pueden verse en los planos que hemos reproducido.
Existe un detalle que, no se ha podido esclarecer aún: en el proyecto de Kihlberg figura el cuerpo posterior en el plano de la planta baja, aunque no así en el plano del primer piso. Por el contrario, en el corte figura con doble altura. Sabido es que actualmente nada queda de esa parte del edificio que aparece en los planos de 1883 hechos por Aberg sin embargo no aparece en la perspectiva de Juan Buschiazzo de Plaza de Mayo (hecha en 1886), en la cual es obvio que nada limita la parte posterior del edificio. En las fotografías del Archivo de la Nación que se han revisado, no se ha encontrado ninguna que haya sido tomada desde la parte posterior -posiblemente por el problema de la barranca y el desnivel de la Aduana que impedía tomar fotos desde allí-, por lo que deducimos que sólo se llego a construir el primer piso debido a cambios decididos en las obras entre 1874 y 1887 (*). Con los años y los cambios ulteriores, el edificio fue cambiando cada vez más de fisonomía, hasta quedar casi irreconocible en relación con su proyecto original, salvo para el ojo del experto. Pero ese ya es otro tema, ya que lo mismo sucedió con gran parte de Plaza de Mayo, donde poco después fue destruida la Recova; mucho más tarde el Teatro Colón construido por Carlos Pellegrini (1854-58) y prácticamente todos los demás edificios sufrieron idéntico proceso, incluyendo la desfiguración del Cabildo, para terminar con la destrucción del Palacio Episcopal que había construido Pedro Fossati en 1852-56.
Como ya dije más arriba, la obra quedó suspendida rápidamente y durante 1875 es posible que nada se haya hecho en ella. En el mes de noviembre se intentó retomar el trabajo y fue necesario, dado el brusco incremento en los precios y las crisis económicas del momento, llamar a una nueva licitación que se publicó el 2 de diciembre de ese año; la fecha de apertura de las propuestas pasó al 3 de enero de 1876 (8). Ese día se reunió la nueva Comisión Inspectora de Obras Públicas, compuesta por el arquitecto Enrique Aberg -sueco como Kihlberg-, Justiniano Lynch y Guillermo Villanueva, quienes cambiaron opiniones e informaron en un largo expediente acerca de las diecinueve propuestas consideradas. Para el 22 de enero la Comisión se expedía proponiendo que se contratara a la empresa de Agustín Ferrari y Cía. para todas las tareas, aunque la licitación había pedido por separado la albañilería, yesería y herrería de la carpintería, como ya dije más arriba. Esto solo fue aprobado por el ministro el 28 de junio, tras largos cabildeos. El 12 de agosto se firmó el contrato y al parecer los trabajos se iniciaron bien, según las tramitaciones que hemos podido detectar.
Pero nuevos inconvenientes harían que continuaran las discusiones, ya que desde el inicio de la presentación de las propuestas, la más baja de las presentaciones había sido la de Bustorf y Sackmann para la carpintería, por lo que hubo que firmar contrato aparte con ellos para los trabajos de carpintería retirándoselos a Ferrari, a pesar de la insistencia de Aberg de tener un solo contratista en la obra. La autorización final de todo este embrollo administrativo lleva la firma de Avellaneda -día 31 de agosto- con lo cual quedaba dirimida la cuestión. Es evidente al leer los diferentes papeles y pese a la parquedad del lenguaje administrativo, que hubieron muchos cambios, contrapropuestas e inconvenientes, como por ejemplo que Agustín Ferrari no tenía un fiador aceptable -exigencia de la licitación- y el 5 de agosto aún no lo había conseguido, además de otros asuntillos que nos inducen a plantearnos dudas acerca de la limpieza de los procedimientos seguidos en la contratación. Los contratos dudosos en las altas esferas de las obras públicas no eran cosa del otro mundo. Sólo con recordar las denuncias contemporáneas del ingeniero Huergo, podemos tener idea de la envergadura de algunos escándalos bien conocidos (9).
Para terminar con los contratos, está también el expediente para la instalación de gas, obra de importancia para su época por tratarse del primer edificio público del país que tuvo un sistema de iluminación de este tipo en forma centralizada. Se puede apreciar en los diarios de la época la gran trascendencia que se le daba al tema y la rápida expansión que las empresas y compañías de gas habían tenido entre 1873 y 1876. El llamado a licitación se remontó al 3 de febrero de 1875, la apertura se realizó un mes más tarde y el estudio de las propuestas fue efectuado nuevamente por Enrique Aberg, quien recomendó a los señores Calderwood y Leslie en el mes de diciembre. Sin embargo todo quedó suspendido, hasta que al quererse retomar los trabajos en el mes de agosto del año siguiente la Comisión se enteró que el señor Calderwood había fallecido, por lo que el 21 de agosto de 1876 se firmó un nuevo contrato, esta vez con Arnold Leslie de la empresa original, quien procedió a realizar la instalación.
Pero al igual que las historias felices de la vida real, el edificío duró poco. En realidad estuvo a la vista del público como tal, sólo seis años, ya que en 1884 comenzó su parcial destrucción y modificación para pasar a integrar la actual Casa Rosada. Creo que vale la pena detallar estos cambios.
En 1880 había asumido la primera magistratura el general Julio A. Roca, quien había llegado al poder luego de las consabidas revoluciones, escándalos y luchas feroces entre mitristas, liberales, conservadores, roquistas y aún sarmientistas, entre otros. Eran años de graves problemas sociales y económicos que ya la bibliografía histórica ha estudiado suficientemente. Pero respecto a este tema, hacia 1882 y por intervención del intendente Torcuato de Alvear, notable impulsor de las grandes obras públicas, se construyó un edificio simétrico al de Kihlberg en la esquina opuesta de la manzana, tras la destrucción del edificio que se venía utilizando del antiguo fuerte. Esta obra, realizada por el Departamento de Ingenieros y dirigida por Enrique Aberg en su calidad de director del Departamento, resultó en una construcción casi gemela, con la salvedad de los balcones del primer piso que le dieron un toque más alegre e italianizante dentro de su severa composición. El decreto autorizando el gasto del edificio fue emitido el 19 de enero de 1882 y las obras se adjudicaron a Carlos Sekman y Cía. para la carpintería y a L. Valcavi para la albañilería, yesería y herrería (10). El edificio se construyó sin tantos altibajos como el anterior, quedando prontamente concluido, de tal forma que quedó una calle estrecha entre ambos que permitía el acceso a la Aduana Vieja en la parte baja de la barranca.
Pero este nuevo edificio quedó rápidamente estrecho para el gobierno federal, por lo que mediante la ley 1347 del 22 de octubre de 1886 se autorizó la construcción de una obra mucho mayor que englobaría a las existentes dentro de ella. Por tal motivo se llamó a un concurso de suma importancia en su época -al que se presentó inclusivo el propio Aberg- y del cual salió ganador el ingeniero Francisco Tamburini. Este preparó y entregó sus planos en agosto de 1884 para que la empresa L. Stremis y Cía. iniciara los trabajos de construcción. (11)
La obra de Tamburini proponía -siguiendo las ideas de Aberg de 1883- unir los dos edificios viejos mediante un gran arco de triunfo, de manera de transformar la calle existente entre ellos en la entrada principal, para luego cerrar completa la manzana con una obra de estilo diferente, netamente italianizante y con una gran fachada monumental hacia el río. De esta forma el edificio del correo quedó transformado en un grupo de dependencias de la nueva Casa Rosada. El correo se trasladó entonces a la antigua casa de Juan Manuel de Rosas en Bolívar y Moreno. Pasarían muchos años antes que Norberto Maillart construyera un nuevo edificio de correos, ya en el siglo XX.
No quiero aquí entrar a considerar las obras de Tamburini ya que eso constituye un trabajo mayúsculo que dejo para otra ocasión. Pero vale la pena destacar que al construir el arco de unión, destruyó una parte del lado norte del correo, lo que él justificó de la siguiente manera:
La destrucción de la Recova, haciendo más grande la plaza, hace aparecer muy deprimidos los dos edificios existentes, como también de una altura muy limitada. Juzgo conveniente elevarlos en lo posible, pues el reducido espacio que entre ellos queda, no permite, de modo alguno, dar al arco central un aspecto de grandiosidad, como puede verse en el primero proyecto presentado. Por eso he aconsejado agregar al arco parte de los edificios existentes, es decir, los dos pabellones de los ángulos próximos al espacio que debe ocupar el arco, sin alterar por esto e! interior de esas construcciones. Para que tuviese esta parte una cierta importancia, la he elevado con otro piso, superponiéndolo de los adornos que favorecen al edificio. Esta disposición puede adoptarse sin que implique la idea de elevar otro piso sobre los edificios laterales, es decir, conservando los techos en punta, sobre los cuales se destacará el arco, produciendo buen efecto.
No será difícil demostrar las razones que me han aconsejado adoptar un estilo diferente en los edificios laterales, al proyectar esta unión. En estos edificios se encuentran diferentes estilos: las ventanas germanas del piso bajo no armonizan con las columnas del Renacimiento o con ventanas venecianas o florentinas del primer piso, las cuales a su vez forman un extraño contraste con los pesados techos germanos que cubren el edificio. Por esto he tratado de armonizar, sin ligarme a esas partes (12).
A partir de esto la vieja Casa de Correos fue perdiendo muchas de sus partes: primero la escalera doble pasó a ser simple, lo que si bien facilitó la circulación de gran cantidad de público, le quitó el poco movimiento espacial que tenía el acceso. Luego el patio quedó desfigurado porque aunque no se construyó nunca el ala posterior del proyecto de Kihlberg, la fachada interior de Tamburini quedó muy diferente del resto. También cambiaron los salones que se hallaban a los lados de la caja de la escalera. En 1938 fue necesario destruida la fachada sur en forma completa, y el edificio perdió la mitad de su patio sur y todo ese sector del edificio, dejando a la Casa Rosada no sólo asimétrica, sino al edificio obviamente trunco.
Como conclusión, se puede ir entendiendo que la obra original de la Casa de Correos fue mucho más importante en su época de lo que la historiografía nos ha dado a entender (13). Este edificio fue el germen que permitió, primero por similitud y luego por ruptura, seguir construyendo uno de los edificios más importantes del país. A su vez sentó un modelo a gran escala que imperó por los siguientes treinta años en el país, por ser una arquitectura renacentista italiana de origen, aunque con mansardas francesas en el techo. Era la época de la ruptura de las tradiciones coloniales tardías, predecesora de los entusiastas arrebatos formales de la década de 1880: fue éste un típico edificio de transición, entendido como el factor de institucionalización de un lenguaje arquitectónico que permitió prontamente pasar a otras búsquedas formales. En 1875 el prolífico Groux de Patty publicó un artículo titulado «Conversación sobre la estética: a propósito de la Casa de Correos», donde dice:
Si tuviera que exponer delante de un auditorio de arquitectos la teoría estética de la simetría y de la repartición de las masas que componen el conjunto de un gran edificio regularmente ordenado, quisiera hacerlo a la moda de los antiguos, no en una sala cerrada, pero sí al aire libre y enfrente del monumento más propio para servirme de materia para el análisis. Me establecería de buena gana, por ejemplo, debajo del arco principal de la Recova Vieja o en la plaza 25 de Mayo que se extiende desde la Recova Vieja hasta la nueva Casa de Correos, pues estos dos edificios me servirían muy bien de argumento y de prueba material a favor de la tesis que desarrollaría (14).
El edificio de la Casa de Correos ya era una construcción paradigmática, modelo de virtudes o defectos, pero modelo al fin. Con su inclusión dentro de una obra mayor, fue relegado al olvido por la opinión pública y por la historia, y creo que le debíamos estas pocas líneas (15).
Notas
(1) De esos trabajos, sólo se llegó a publicar una bibliografía del Instituto de Arte Americano y luego dos artículos que cubrían las décadas de 1850 a 1915, en la revista Crisis.
(2) Domingo Faustino Sarmiento, Obras completas, vol. 15, pág. 107.
(3) Idem, vol. 14, pág. 282.
(4) La Tribuna, 28 de octubre de 1873. El proyecto fue publicado en la Memoria de la Oficina de Patentes de Invención (1873), Buenos Aires, 1874.
(5) La Tribuna, 11 de octubre de 1873.
(6) La Nación, 12 de diciembre de 1873.
(7) Teodoro Juan de Groux de Patty. «Panorama del movimiento arquitectónico del mundo durante los últimos; años (1873-1874)». Revista de arquitectura y de trabajos públicos, tomo 1, entregas 11 y 12, pág. 221, Buenos Aires.
(8) A partir de aquí los datos consignados se hallan en un expediente del Ministerio de Obras Públicas titulado Casa de Correos, el cual cubre desde aquí todos los aspectos, a excepción de la terminación de la obra, durante los años 1875 y 1876.
(9) Luis H. Huergo, El Puerto de Buenos Aires, Imprenta de la Revista Técnica, Buenos Aires, 1904.
(10) Idem nota 9.
(11) Idem nota 9.
(12) Memoria del Departamento de Obras Públicas 1889-1901, pp. 33-34, Buenos Aires, 1892.
(13) Es obvio que la bibliografía sobre este edificio casi no existe, ya que los trabajos más importantes se inician hacia 1880. Le dedica unos renglones Mario J. Buschiazzo en La arquitectura de la República Argentina 1810-1930, Mac Gaul, Buenos Aires, 1971. También hay referencias en la publicación del Instituto de Arte Americano, La ciudad de Buenos Aires, UBA-MCBA, Buenos Aires, 1965. Todos lo demás se reduce a discutir su filiación estilística (italiana, germana o afrancesada) según cada autor.
(14) T. J. de Groux de Patty. «Conversación sobre la estética: a partir de la Casa de Correos» , Revista de arquitectura y de trabajos públicos, tomo 1, entrega 10, pp. 83-87, Buenos Aires, 1875.
(15) Trabajo presentado en las Primeras Jornadas de Investigación de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo, 1985. Este trabajo forma parte de las investigaciones que se desarrollan en el Instituto de Investigaciones Históricas.
Agradecimientos:
Este trabajo se ha realizado gracias a la colaboración de Ramón Gutiérrez, Roberto Fernández, Horacio Pando y Jorge Tartarini. Sin ellos hubiera sido imposible; la búsqueda documental fue realizada por Alida Alias D’Abate y Analía Ortiz.