Los origenes de la Arquitectura Moderna en México: las Escuelas al Aire Libre (1925-1927)

DANA N°21Artículo publicado en la revista DANA, Documentos de Arquitectura Nacional y Americana, número 21, correspondiente al mes de septiembre de 1986, pps. 68 al 75, Instituto Argentino de Investigaciones en Historia de la Arquitectura y del Urbanismo, Resistencia, Chaco, República Argentina.

La ruptura del legado de casi medio siglo de dictadura en México, cortada en forma abrupta en 1910, es quizás la imagen más representativa de la tan conocida Revolución Mexicana. Y si bien se puede llegar a muchas y variadas interpretaciones sobre su génesis y desarrollo y sobre su triunfo o fracaso, la realidad es que el nacimiento de la arquitectura moderna en México se da entre 1920 y 1925 no casualmente, como respuesta a nuevos problemas, a las nuevas inquietudes intelectuales y a la reubicación económica del país tras la Revolución.

Quizás la gran diferencia con el resto de América Latina es que este proceso económico-social revolucionario llevó a nuevas experiencias en arquitectura las que fructificaron de la mano del estado, mucho antes que en otros países. El gobierno, poco antes de terminar la década de 1920, ya estaba construyendo obras públicas de neto carácter modernista.(1) Debemos aquí recordar que el cambio producido entre la estadía de José Vasconcelos en la Secretaría de Educación Pública, y sus sucesores Moisés Sáenz y José María Puig Casauranc, marcó también el cambio entre las búsquedas nacionalistas (incluyendo el neocolonial) y la introducción del modernismo europeo, sin tantas preocupaciones por el contenido identificatorio de lo mexicano, relegando así la discusión hacia otros sectores del pensamiento. (2)

En general las investigaciones realizadas sobre el inicio de la arquitectura moderna han apuntado a destacar la figura de uno de estos pioneros, el arquitecto José Villagrán García, quien por distintas causas llegó a ser portavoz del movimiento, y quien mayor publicidad promovió y recibió por sus obras. Su rápida ubicación en la estructura oficial (en 1924), su notable capacidad teórica, didáctica y constructiva, lo llevaron más tarde a cubrir diversos cargos oficiales, distanciándose así de sus compañeros y hasta de sus antecesores en la primera lucha por imponer las nuevas ideas, claramente imbuidas del concepto europeo de vanguardia. Otro personaje reconocido de su época fue Juan O’Gorman, sobre quien también se han publicado varios libros y trabajos. (3) Pero en el caso suyo otra es la situación, puesto que pocos hicieron notar que sus obras son, en todos los casos, muy posteriores a las que discutimos en estas páginas, aunque no por ello sean de menor trascendencia. En el caso de O’Gorman se aúna a su fucionalismo a ultranza, una postura ideológica clara y decidida, profundamente revolucionaria, que hacia fines de la década de 1930 chocaba con los intereses del nuevo estado dominante en el país.

También han aparecido trabajos que revalorizan la arquitectura de la década de 1920-30 hecha por Carlos Obregón Santacilia. (4)

Pero volviendo a principios de siglo, encontramos que la dictadura de Porfirio Díaz había legado al siglo XX un retraso inconcebible que mantenía a la gran masa de la población sumida en una situación de miseria, promiscuidad y explotación. Es justamente a este tipo de obras para la educación a las que el nuevo gobierno surgido tras la Revolución va a tratar de dar importancia, no sólo a través de los cambios en los contenidos de la misma, sino de la elaboración de sistemas constructivos baratos y rápidos, que tendieran a solucionar el déficit de construcciones escolares. Podemos dar como dato el que en 1910 sólo tenían acceso a la educación primaria poco más del 25% de los niños en edad escolar. En 1925 había sido aumentado esto al casi 33%. En el año 1922 se destinó a la construcción de escuelas la cuantiosa cifra de 1.000.000 de pesos, cosa que superaba ampliamente los presupuestos de las demás secretarías de estado. Asimismo la Escuela Nacional de Maestros Constructores fue creada en 1922 y luego en 1927 la Escuela Superior Técnica de Constructores (5). Ambas llegarían a desempeñar un papel importante en la arquitectura mexicana de la época.

Vista del interior de la escuela Narciso Mendoza, con aulas abiertas.

Vista del interior de la escuela Narciso Mendoza, con aulas abiertas.

Fotografía del exterior de la escuela Dr. Luis Ruiz, con sus dos alas de aulas, el patio central y los edificios de administración al frente.

Fotografía del exterior de la escuela Dr. Luis Ruiz, con sus dos alas de aulas, el patio central y los edificios de administración al frente.

Pero mi intención aquí es revisar la obra de otro de los pioneros de esa época, Vicente Mendiola, quien a sus 85 años de edad aún sigue trabajando, dictando clases y pintando con una vitalidad envidiable (Mendiola nació en El Oro, Estado de México, en 1900). Fue él, quien, a mi parecer, dio el impulso necesario —aunado al de sus contemporáneos- para llegar a la ruptura entre la tradición académica y la arquitectura moderna. Sus obras de los años ’20 y ’30 quedaron luego olvidadas, quizá por su posterior vuelco al neocolonial, con el cual realizó la inmensa mayoría de sus obras, estilo que mantiene incluso en sus construcciones actuales.

Las escuelas que produjeron el cambio en la arquitectura educacional fueron justamente las llamadas Escuelas al Aire Libre, construidas entre 1926 y 1927 —aunque fueron planeadas en 1925- , con la colaboración de Roberto Alvarez Espinosa, quien también llegó a ser otro de los importantes arquitectos del siglo en México. Pese a la importancia que revisten estas escuelas aún no han sido estudiadas ni citadas en la bibliografía (6). Pero antes de continuar, hay que recordar que Mendiola, Villagrán y Alvarez Espinosa fueron compañeros de generación en la Academia de San Carlos, y que se recibieron todos ellos entre 1924 y 1924. (7)

Impulsadas por la Secretaría de Educación Pública ya desde la época de Vasconcelos —pero materializadas por Puig Casauranc—, estas escuelas tenían como intención básica romper con el sentido de enclaustramiento de las aulas tradicionales. Se las quería abrir hacia espacios exteriores, para que la comunidad pudiera observar lo que allí se hacía, evitando así el tradicional rechazo de las comunidades indígenas hacia las nuevas formas de educación occidental. La educación, inmersa en los ideales revolucionarios, debía integrarse a la vida cotidiana del pueblo. Es así como nació la idea de tener aulas sin muros, edificios sin paredes: un verdadero reto a la arquitectura y a las formas de la pedagogía de entonces.

A partir de 1920 el neocolonial, impulsado por el mismo estado, fue una tendencia no sólo estética, como muchas veces se llegó a pensar. Era una arquitectura sin duda académica, pero profundamente moderna en sus contenidos; lo que sucede es que hubo buena arquitectura neocolonial y también mucho de la mala. En realidad encerraba toda la propuesta de la búsqueda de la identidad nacional de Vasconcelos y la élite intelectual de la época. A partir de 1924 en cambio, sí bien esta corriente se mantiene, las búsquedas más interesantes pasan al campo del modernismo europeo, en especial del Art Déco, (8) haciéndose notar la influencia que la Exposición Internacional de París tuvo en toda América Latina. El ornamento del Art Déco, en paneles, recuadros y arabescos era la expresión del trasvasamiento de un nuevo lenguaje contemporáneo, que abría, como veremos, nuevas intenciones funcionales, estéticas y sociales.

En 1926 se construyeron las primeras seis escuelas abiertas, y se levantó una más al año siguiente, aunque al parecer se construyeron algunas otras que no llegaron a publicarse o a darse a publicidad. (9) Poco duró esta experiencia, ya que hacia 1930 imperaba una nueva tendencia arquitectónico-pedagógica para las construcciones escolares, y la experiencia de las anteriores fue totalmente rechazada y luego olvidada. La obra de Vicente Mendiola en los años en cuestión fue intensa y sistemática, encuadrada siempre dentro de los más estrictos cánones del modernismo y en una época en que la influencia de las ideas de Le Corbusier era aún incipiente. Sólo tras su viaje por Sudamérica en 1928-29, es que tomarían un auge más notable. Recordemos que la obra más impactante de Villagrán, el Sanatorio de Tuberculosos de Huipulco, se hizo en 1928, al igual que el Edificio Proveedor de Leche y el Dispensario de Higiene Infantil. Por cierto, su primera obra, el Sanatorio de Popotla, se remonta a finales de 1924 y gran parte del año siguiente. (10) En cuanto a O’Gorman en cambio, sus escuelas y primeras casas funcionalistas (la suya propia y la de Diego Rivera, por ejemplo) son de 1929, lo mismo que sus escuelas primarias. (11)

En ciertos aspectos hay notables paralelismos entre las primeras obras de Mendiola y las de Villagrán, a pesar de que el uno entró en la Secretaría de Educación Pública y el otro en la de Salubridad. Cada uno de ellos estudió el problema de la «casa mínima» y cada uno lo resolvió a su mejor entender. En el caso de Mendiola tenemos varias muestras construidas en las escuelas que luego describiré, como las «casas para el conserje» de varias de ellas. Estas fueron construidas en el mismo año de 1926 en que Villagrán hizo su «casa para el portero» del Instituto de Higiene, considerada erróneamente hasta hoy como la única y primera hecha en México. (12)

Vicente Mendiola se recibió de arquitecto en 1925. Realizó trabajos ya antes de graduarse, con una posición teórica que ha sostenido en forma permanente a lo largo de su vida: cuando la arquitectura moderna puede resolver un problema es obvio que hay que utilizarla; pero cuando no es así, la tradición y la utilización de los elementos clásicos todavía son lícitas. Algunos podrán discutir este principio pero en el caso de Mendiola éste posibilitó que en ambos campos, el moderno y el tradicional, realizara aportes sustanciales. Durante los años que van de 1924 a comienzos de 1928 —cuando se construyeron sus escuelas abiertas—, realizó otras obras que causaron sensación en un México todavía poco habituado al modernismo y al naciente Art Déco. Por ejemplo, la construcción del edificio de la Alianza de Ferrocarrileros Mexicanos (1926) fue realmente de una modernidad casi estridentista. El proyecto resultó ganador de un difícil concurso, y fue realizado con la colaboración de Carlos Greenham y Luis Alvarado. Lo mismo sucedió con la nueva Estación de Bomberos e Inspección de Policía, que aún está en uso y que no ha sufrido casi modificaciones. Hizo también otras escuelas dentro de un estilo diferente: la Escuela Industrial Rafael Dondé en el Distrito Federal y las Escuelas Agrícolas de San Roque, Champuzco y Tenería. La residencia del general Plutarco Elías Calles y la tumba de su esposa, culminaron esos tres años de intenso trabajo como arquitecto de la compañía constructora La Urbana S.A. de México. (13)

Esos años verían edificarse muchos de los edificios paradigmáticos de la modernidad mexicana, en una secuencia aun no bien historiada: además de Mendiola, Villagrán y O’Gorman se va a destacar Juan Segura, quien en 1927 construirá una serie de viviendas unifamiliares en la colonia Hipódromo que pueden conceptualizarse como magníficos ejemplos del modernismo del Art Déco temprano. También el parque mismo de esa colonia fue proyectado por Javier Stavolli, aunque dentro de cánones compositivos más académicos dentro del mismo lenguaje.

El otro arquitecto para destacar aquí es Carlos Obregón Santacilia quien tras atravesar un primer período colonial-nacionalista entre 1923 y 1924, proyectó al año siguiente el ya demolido edificio en la cave Madero 32, la gran Secretaría de Salubridad y Asistencia de 1926 y la ampliación del Banco Nacional de México en 1927, todas sin duda resúmenes de las corrientes de la época. En 1924 había proyectado aunque no construido una modernísima Escuela de Ciegos y Sordomudos, el Banco Nacional de Crédito Agrícola, así como el Edificio de Gobierno del Distrito Federal realizado junto a Villagrán en 1924.

Pero regresando a las escuelas que quiero describir, vemos que los planteos de los cuales surgió el proyecto fueron los siguientes: se necesitaban escuelas integradas al medio, baratas de construir, con cabida para el mayor número posible de alumnos y donde se realizaran actividades tradicionales (como cría de caballos, conejos y gallinas, talleres, etc.); debían tener un alto grado de higiene, buena iluminación y asoleamiento, y debían estar ubicadas en colonias marginadas. Todo esto llevó a la puesta en marcha de estudios detallados sobre sistemas constructivos, orientación e higiene, que fueron pioneros para su época.

Los orígenes de la Arquitecutra Moderna en México.

Planta de una de las escuelas al aire libre en espacio mínimo.

Patio y jardín interior de la escuela Cuauhtémoc, mientras niños realizan actividades de jardinería y horticultura.

Patio y jardín interior de la escuela Cuauhtémoc, mientras niños realizan actividades de jardinería y horticultura.

Las escuelas consistieron por lo general, en tiras de cuatro a seis aulas abiertas por tres, dos o uno de sus lados, con jardines y huertas intermedios, talleres de trabajo manual, arquitectura sumamente simple de construir, y una ornamentación mínima, enmarcada dentro de los nacientes cánones del Art Déco y el muralismo mexicano, en pleno auge en esos años. Las colonias (barrios) que las vieron erigirse tuvieron una participación activa en las obras para desagües y pavimentos, y la idea de que los padres pudieran observar el desarrollo de las clases —a distancia y sin intervenir— fue una novedad bien recibida en la época, «con el natural resultado de estímulo y aplauso, o desaprobación, de la sociedad para las labores de la escuela». (14)

Así se construyeron rápidamente las escuelas Alvaro Obregón (la primera de ellas, en el barrio de Atlampa), Niños Héroes (Mesones y Cruces), Narciso Mendoza (Plomo y Proaño), Dr. Ruiz (en la calle Dr. Arce), Cuauhtémoc (Costa Rica y República Dominicana), El Pípila (hoy en Constituyentes, frente a Chapultepec) y las escuelas de Balbuena y Santa Julia. Todas ellas han sido al día de hoy destruidas totalmente, o sus edificios originales se integraron como partes de construcciones modernas que las modificaron casi por completo. Lo interesante de estas escuelas, más allá de que su resultado histórico haya sido bueno o no, es el sentido de experiencia. Fueron una posibilidad de romper totalmente con la legislación vigente y plantear alternativas novedosas. Las escuelas de O’Gorman, excelentes por cierto, fueron el resultado de una inversión millonaria (más de un millón de pesos, en esa época), que fue una cantidad infinitamente más grande de la que pudieron disponer Mendiola y Alvarez Espinosa. Otros resultados para otras posibilidades.

Un último aspecto a destacar es el proceso de paulatino mejoramiento de las escuelas al aire libre a medida que se iban construyendo. Por ejemplo, la primera tuvo piso de ladrillo, la segunda de cemento y las sucesivas de concreto cubierto con asfalto.

Lo mismo sucedió con la separación entre las aulas: la primera sólo tenía un límite formal entre una y otra, pero más tarde se levantaron muros entre ellas, y sólo quedó abierto un lado, que se cerraba mediante una cortina de lona. La estructura de casi todas ellas fue de hormigón a la vista, cosa notable en su momento, y sólo el interior de los salones se pintaba de diferentes tonos de verde, amarillo y ocre, para alegrar la vista y simplificar la limpieza y el mantenimiento.

Una revisión funcional más estricta, pone en evidencia algunos aspectos llamativos: por ejemplo, la marcada simetría que los proyectistas le dieron a las escuelas en casi todos los casos, tal como puede apreciarse en las plantas. También la simetría y regularidad volumétrica de los edificios para habitación del conserje y la administración. En el caso de la Escuela Narciso Mendoza, el partido es quizá más simple, ya que el terreno reducido los obligó a colocar las aulas en dos tiras paralelas, dejando un patio en el centro y una pequeña construcción auxiliar al frente. En la Escuela Dr. Ruiz, el partido es similar, pero el terreno más amplio les permitió separar la vivienda del conserje de la dirección, en dos bloques simétricos al exterior aunque de plantas diferentes, dejando un amplio patio al fondo. Conocemos también un proyecto de los edificios anexos para otra escuela, en Santa Julia, donde la resolución de estas dos construcciones fue mucho mejor, aunque siempre se mantuvo la simetría al exterior entre ambas.

Otro aspecto es el de la distribución en los terrenos más amplios, como en el caso de la Escuela El Pípila; aprovechando la buena orientación del terreno, dejaron grandes espacio abiertos y rompieron la simetría rígida de las aulas y baños con las pérgolas que rodeaban la construcción del acceso —que no figuraban en el plano—, lo mismo que la escalera de entrada, en este caso debido a la irregular topografía del terreno.

La extrema austeridad de estos edificios, que se nota con sólo mirarlos, presenta a mi criterio dos aspectos diferentes y conexos: por un lado no se trata de una «estética de la miseria» como los críticos de las escuelas de O’Gorman plantearán años más tarde —por haber utilizado caños de asbesto para columnas y ventilas—, sino de la única forma de construir con recursos mínimos. Por el otro, era una arquitectura pobre para comunidades más pobres aún, hecha con los mismos materiales que los habitantes del barrio conocían y a los que estaban acostumbrados. De allí la colocación de algunos azulejos de color en los grandes paños blancos y lisos de las fachadas. Había una intención de no agredir a una población marginal con una estética externa a ellos —como la académica o la vanguardista—, que difícilmente hubieran podido utilizar e incorporar con provecho. Recordemos que por esos años, la sola posibilidad de que los niños tuvieran acceso a agua potable y a baños limpios ya constituía un cambio de importancia.

Es así como estas obras sencillas pero muy bien pensadas, que han pasado desapercibidas para la historia y la crítica, son un buen ejemplo de la primera arquitectura de la Revolución, construcciones que fueron a la vez un experimento y una alternativa válida para un momento histórico muy particular, y que nos dan pie para revisar con mayor profundidad los orígenes de la arquitectura moderna en América Latina.

Planta de las escuelas realizadas en terrenos amplios que permitieron orientar la aulas según el clima imperante.

Unidades de habitación del conserje y administración en una de sus disposiciones típicas.

Unidades de habitación del conserje y administración en una de sus disposiciones típicas.

Planta de las escuelas realizadas en terrenos amplios que permitieron orientar la aulas según el clima imperante.

APÉNDICE DOCUMENTAL

Memoria descriptiva de las Escuelas al Aire Libre, por Vicente Mendiola y Roberto Alvarez Espinosa (15)

El programa de las escuelas consiste en la construcción de cobertizos que sirvan para proteger a los alumnos del sol y de la lluvia, procurando tener la mayor superficie cubierta y un gran prado o jardín a fin de mejorar las condiciones higiénicas de aereación e iluminación, haciendo sentir a los escolares la idea de libertad y alegría por el contacto directo con la naturaleza.

El tipo ideal de estas construcciones es, en consecuencia, la edificación de ellas en sitios con vegetación y de carácter pintoresco. Los terrenos donde hemos edificado hasta ahora nuestras escuelas, no han sido satisfactorios en todos los casos, pero se puede decir que en la mayoría se han realizado estas condiciones y que en la Escuela de Balbuena que se inaugurará en febrero próximo, se alcanzarán las mejores características de ubicación, orientación y amplitud, así como de agrupación, distribución y estructura racional.

Aparte de las ventajas pedagógicas que pueden obtenerse con este sistema indudablemente que los factores que influyen para su aceptación, son los siguientes: facilidad de construcción, rapidez en la ejecución de las obras, adaptabilidad para los materiales de construcción que pueden encontrarse en diversas regiones, y como consecuencia final, economía relativa en la construcción total.

El programa de trabajo de las escuelas al aire libre y al cual se ha sujetado la construcción de estas escuelas, se detalla a continuación: de cuatro a seis salones destinados para clases, con capacidad máxima para cincuenta alumnos, y dos salones para trabajos manuales. Departamentos sanitarios aislados, para niñas y niños, con instalación mínima de dos W.C. por clase y un lavabo por clase departamentos de baños con dos regaderas por clase y vestidores para las mismas. Los departamentos sanitarios y los baños deben ser independientes para niños y niñas. Patio de recreo y ejercicios físicos para niños. campo de experimentación para pequeños cultivos y, finalmente, un pabellón para la Dirección compuesto de oficina del Director y otra para la Secretaría, así como habitación del Conserje encargado del cuidado de la escuela, compuesta de una cocina-comedor, una recámara y un pequeño patio de servicio, independiente del resto de la escuela.

Este programa fundamental puede sufrir variaciones según el terreno disponible y como ejemplo podemos citar la construcción de la Escuela Doctor Ruiz que tiene una superficie total de 994 metros cuadrados y la Escuela Cuauhtémoc con una superficie total de 5.390 metros cuadrados, en las cuales fue factible ajustarse a esas dimensiones de terreno tan diversas, precisamente por la facilidad que hay para lograr una buena distribución en el sistema de «pabellones» para las clases.

En la Escuela del Parque de Balbuena se seguirá un programa más amplio debido a las condiciones magníficas de su ubicación, y así habrá, además de los pabellones indicados, lugares para juegos y diversiones y anexos que constituyan una pequeña granja, con mayor superficie para las prácticas de cultivo. La construcción de un teatro al aire libre y la instalación de un tanque de natación, completan el programa, dando un atractivo más y nuevos recursos para fomentar los espectáculos culturales y los ejercicios físicos.

Puede considerarse que la ubicación mejor se realizó en la Escuela El Pípila, construida en un terreno triangular, a diversos niveles, limitado por la Calzada de Mataderos, la calle de Vicente Guerrero y la prolongación de la calle de la Providencia, terreno situado en las proximidades del Bosque de Chapultepec, con magníficas perspectivas y pintorescos puntos de vista, siendo posible, por la situación misma del terreno, aprovechar una orientación para las clases, 18° Noroeste para el eje longitudinal de las mismas, teniendo el frente abierto, con vista al sureste.

Las diferencias de nivel en el terreno, si bien trajeron como consecuencia un mayor costo en la edificación, en cambio dieron un aspecto mucho más agradable, obteniéndose provecho de esos desniveles con la construcción de rampas y escalinatas que constituyen, junto con las pérgolas que cierran el terreno, motivos más que se añaden al carácter pintoresco que se procuraba dar.

En segundo lugar, por la situación y proporciones del terreno, la Escuela Cuauhtémoc construida en una superficie de 5.390 metros cuadrados, dio oportunidad para extender los terrenos de cultivo y las pequeñas parcelas para siembras florales, siendo esta disposición del jardín y los campos de cultivo, la característica principal de esta escuela, que tiene un amplio espacio abierto donde practicar ejercicios físicos y trabajos de experimentación agrícola. La orientación de las clases es sensiblemente de este a oeste en su eje longitudinal, presentando un espacio abierto de las mismas hacia el sur.

En las dos escuelas mencionadas, existen dos pabellones independientes que forman el cuerpo de entrada, estando destinado uno para la Dirección y el otro para la Conserjería. Debe hacerse notar que en estas dos escuelas el terreno no está limitado por bardas sino simplemente por una cerca de malla de alambre galvanizado, contribuyendo así a la idea de no interceptar la vista al público y alejando en todo lo posible, la idea de escuela como «lugar cerrado».

Las escuelas Héroes de Cuautla y Héroes de Chapultepec están ubicadas en esquina, con una superficie de 710 metros cuadrados para la primera y de 1.588 metros cuadrados para la segunda; estas escuelas no pudieron presentar mayor perspectiva que la que ofrecen las calles colindantes y tanto los servicios generales como los grupos de clases, están ligados entre sí por falta de mayor espacio.

La escuela Doctor Ruiz, enclavada en el centro de una manzana y con un reducido frente de veinte por cincuenta metros veintinueve centímetros de fondo, obligó a un arreglo totalmente distinto, agrupando tres clases de un lado y tres del otro, dejando en medio de ambos grupos un pequeño prado y destinando el fondo del terreno para. un patio de recreo. Debido a esas circunstancias, la orentación de las clases no resultó absolutamente satisfactoria, por estar situadas unas hacia el oriente y otras hacia el poniente; condiciones que, sin embargo, no pueden considerarse malas por lo que se refiere a iluminación, debido a la proximidad de ambos pabellones y a la posibilidad de graduar la intensidad de la luz por medio de las cortinas de que se dispone.

Detalles Estructurales y Ornamentales

El tipo primordial de estas construcciones al aire libre fue un sistema de cobertizos con techo de dos aguas con armaduras de madera apoyadas sobre postes, también de madera; estos cobertizos están abiertos por sus cuatro lados y solamente por uno de ellos llevan unas cortinas de lona para resguardar la clase de los vientos fuertes o de las lluvias. A este tipo corresponde la construcción de la escuela Alvaro Obregón, pero prácticamente se ha observado que es necesaria la independencia efectiva de las clases, cerrando los muros laterales para evitar que de una clase se oiga lo que se habla en la otra. Asimismo, en cuanto a la construcción de los pisos en los nuevos tipos, se ha procurado suprimir los de cemento y los pisos de ladrillo, buscando un material que a la vez que sea impermeable y sanitario no sea tan frío como el piso de concreto, y no presente un desgaste tan rápido como el piso de ladrillo que, por otra parte, tiene el inconveniente de producir polvo que es aspirado por los estudiantes; atendiendo a estas observaciones, se han construido con éxito pisos de asfalto sobre base de concreto en las Escuelas Cuauhtémoc, El Pípila y Doctor Ruiz.

La estructura del techo se ha modificado, del sistema primitivo de tejabán, por una estructura de una sola agua y reducida pendiente, hecha de concreto armado sobre viguetas de hierro. La estructura del techo está apoyada sobre postes de concreto teniendo cada uno de estos pequeños contrafuertes que sirven de jardineras para la colocación de arbustos o plantas de espeso follaje.

El sistema estructural adoptado, da a los pabellones de clases un aspecto totalmente distinto de lo que pueda semejarse a un cobertizo o un establo, dando un sello característico a estas construcciones con un alero que sobresale del paño de la construcción, un metro cincuenta centímetros, sirviendo para proteger el interior de la clase, tanto de la lluvia como del sol. Como complemento al alero ya descrito, y a fin de poder graduar la intensidad de luz necesaria de la clase o proteger ésta en caso de lluvia o fuertes vientos, sujetándose a las cabezas de las viguetas del alero descrito, se han dispuesto cortinas de lona.

* * *

Siendo necesario concentrar la atención de los alumnos en una clase, al frente de los pabellones se ha dispuesto un pequeño muro de 80 centímetros de alto rematando en una jardinera de azulejos, que a la vez que impide que los alumnos estando sentados puedan ver al exterior, añade el aspecto general del pabellón, un detalle agradable con su revestimiento de azulejos y las plantas que están sembradas en ellas.

Siendo la unidad constructiva el «salón de clase tipo», se ha procurado dar a éste las dimensiones más convenientes, considerándole una capacidad máxima de 48 a 50 alumnos, teniendo las siguientes dimensiones: 6 metros de anchura libre por 8.85 cm de largo de paño a paño del muro. Los muros pueden disponerse en las dos cabeceras solamente o cubrir el salón por tres lados, dejando uno descubierto; en las escuelas construidas se han dispuesto las clases en esta última forma, teniendo tres lados cerrados y distribuyéndose las clases por grupos: una a continuación de la otra, a fin de economizar el costo total. Los muros se han construido de tabique de 28 cm. de espesor. Los apoyos o pilares de concreto armado o de tabique recocido, pegado con mezcla de cemento. Sobre las cabezas de los pilares se ha apoyado un trabe de hierro de 20 mm de peralte y sobre ésta se han colocado viguetas de hierro de 175 mm a 1.00 m de separación de centro a centro, volando 1.50 m del paño de la trabe de apoyo para reforzar el alero; sobre estas viguetas se han colocado sobre la parte alta, láminas de metal desplegado «self centering», y sobre ellas se ha colocado una losa de concreto de 5 cm de espesor; sobre esta losa se ha puesto una tapa de terrado para dar las pendientes de desagüe y finalmente se ha enladrillado el techo, revocándose las juntas y escobillando toda la superficie con cemento. Los techos así construidos, se han repellado por la parte interior con mezcla de cal, arena y cemento, formando así el plafond. Por lo anterior se verá que la estructura se ha dejado aparente, sin poner cielos rasos, dejando visibles las viguetas que se han pintado al aceite de un color verde oscuro. Tanto los muros como los plafonds se han pintado al temple de color amarillo claro y los muros también al temple, con una tonalidad verde clara hasta la altura superior de los pizarrones que circundan los tres muros de la clase; los pizarrones son de tela ahulada de color verdoso limitados por una moldura de madera. En la escuela de Santa Julia, los muros de la clase se han arreglado disponiendo un pizarrón corrido de 1.35 m de alto y sobre éste un friso formado con tela de yute, a fin de que sobre ésta puedan prenderse los trabajos de los alumnos.

Motivos y elementos decorativos

A fin de añadir algunos motivos de color a esta decoración tan sencilla, se han pintado frisos decorativos en los muros. La escuela de Santa Julia tiene en todas sus clases, frisos decorativos con asuntos geométricos; en la escuela de El Pípila se han sustituido éstos por tableros centrales decorados con pinturas que representan asuntos históricos o cuentos infantiles; en la escuela Niños Héroes de Chapultepec hay pinturas inspiradas en los trabajos del campo, en los oficios y en ordenamientos geométricos; los extremos de las clases llevan aplicaciones de azulejos, dispuestos en las cabeceras de los muros o sobre las cabezas de las viguetas. El sistema estructural de las clases es totalmente distinto en la escuela Niños Héroes de Chapultepec, consistiendo éste en la construcción de un techo de lámina de asbesto acanalada sobre polines de madera que descansan en armaduras de madera de una sola pendiente apoyados éstos sobre postes también de madera. Las cortinas usadas en estas clases son de lona, suspendidas de una varilla colocada bajo las vigas de madera; este sistema, aunque más económico que el anteriormente descrito, se ha visto prácticamente que no es tan ventajoso como el sistema de cortinas enrollables y soportadas por varillas de fierro.

Notas

1. Israel Kátzman. Arquitectura contemporánea mexicana. INAH, México, 1964.
2. Enrique de Anda. «Las tres primeras décadas de la Arquitectura Mexicana del siglo XX», Documentos de Arquitectura Nacional y Americana, Nro. 18, pp. 71-74, Resistencia, 1985.
3. Ida Rodríguez Prampolini. Juan O’Gorman: arquitecto y pintor. UNAM, México, 1982; Daniel Schávelzon, «Una revisión del libro Juan O’Gorman: arquitecto y pintor», Traza Nro. 4, pág. 2, México, 1983.
4. Graciela de Garay. La obra de Carlos Obregón Santacilia. Instituto Nacional de Bellas Artes, México, 1979.
5. Rafael López Rangel. Orígenes de la Arquitectura Técnica en México: 1920-1930; La Escuela Superior de Construcción. UAM-Xochimilco, México, 1984.
6. Daniel Schávelzon, «Vicente Mendiola: escuelas al aire libre (1926-1927)», Traza. Nro. 5, pág. 3, México, 1983.
7. Esa generación de la Academia de San Carlos fue fundamental para el desarrollo de. la arquitectura moderna; además de Mendiola y Villagrán, podemos citar a Juan Segura, Roberto Alvarez Espinosa, Carlos Obregón Santacilia y Carlos Tarditi. Villagrán se recibió en 1924, pero Mendiola presentó su tesis en 1925.
8. Una puerta al Art Déco. Galería Universitaria Aristos, México, 1980.
9. Las escuelas al aire libre en México. Secretaría de Educación Pública, México, 1927. Existen referencias en los números del Boletín de la Secretaria de Educación Pública, de los años 1926-1928.
10. Ramón Vargas. «Apuntes para una biografía»; y Salvador Pinoncelly. «Obras maestras de José Villagrán García» ambos artículos incluídos en Cuadernos de Arquitectura, No. 4, México, 1962.
Daniel Schávelzon y Rosa María Sánchez Lara. «La arquitectura moderna en México», Summarios, vol. VII, No. 39, Buenos Aires, 1980.
11. Graciela de Garay. La arquitectura funcionalista en México (1932-19341): Juan Legarreta y Juan O’Gorman, tesis de licenciatura en historia, UNAM, México, 1978.
12. Destacado por Salvador Pinocelly, op. cit. y también por Enrique Yáñez en Arquitectura: teoría, diseño, contexto. Edición del autor, México, 1983.
13. Kátzman, op. cit.; «Testimonios vivos: 10 arquitectos», Cuadernos de Arquitectura y Conservación del Patrimonio Artístico, Nros. 15-16, INBA, México, 1981.
14. Idem nota 5, pág. 11.
15. Transcripción textual del documento suministrado por Vicente Mendiola en 1983 y redactado por él a principios de 1927.

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