Las fichas de juego en la arqueología histórica argentina

Informe elaborado en el año 1997 en el Centro de Arqueología Urbana (Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo, Universidad de Buenos Aires), acerca de los hallazgos arqueológicos de diversas fichas de juegos.

Resumen

Desde hace varios años, en una gran variedad de sitios arqueológicos a través del continente, pequeñas fichas de juego han sido frecuentemente encontradas, aunque los estudios acerca de sus formas y modos de usos han sido inexistentes. Una revisión de ejemplos de Argentina, desde los siglos XVI al XIX se ha realizado, con un énfasis en la selección realizada por juegos preferentemente españoles en vez de indígenas, sus colores y dimensiones.

1. Introducción

Desde que las excavaciones de sitios históricos comenzaron en las Américas ha sido común encontrar fragmentos de cerámicas, piedras y vidrios retrabajados para darles formas redondeadas al igual que también son comunes las piezas de metal y hueso, circulares y casi planas. Todas éstas han sido habitualmente identificadas como «fichas de juego» pero no se ha ido mucho más lejos. El monumental libro de Stewart Culin (1907) sobre los juegos indígenas nos muestra que ya para principios del siglo XX eran conocidos por los etnólogos cientos de lugares donde se habían encontrado esos objetos, al igual que las crónicas que hablaban sobre la existencia de juegos con fichas, sean de tradición indígena como española o mixta. Pero la arqueología sólo las ha citado marginalmente sin intentar interpretar su uso o función.

Estas fichas -por lo menos las que han llegado hasta el presente- eran en su mayoría hechas con fragmentos de cerámicas descartadas o a veces vidrios y han sido excavadas arqueológicamente en contextos de diversa antiguedad y variedad de uso: fuertes, campamentos, ciudades y poblados, casas privadas, sitios de trabajo y otros. Pueden servir como ejemplos la villa indígena Like-a-Fishook y el Fuerte Berthold del siglo XIX medio (Smith 1972), un asentamiento del siglo XVIII como es el sitio Guebert (Good 1972) y otro aún más antiguo como el sitio Buffalo del siglo XVII (Hanjos 1975) donde el contexto también es indígena. En otras regiones podemos recordar Fig Springs en Florida (Deagan 1972), Puerto Rico (Smith 1962) y podríamos seguir citando sitios en Perú, Bolivia, Chile, México y tantos otros países.

Cuatro fichas hechas a partir de fragmentos cerámicos: (de mayor a menor) 1) hecha de una tinaja del siglo XVIII de la Imprenta Coni, Buenos Aires; 2) hecha de una teja de Cayastá en el siglo XVII; 3) hecha de una mayólica Columbia Lisa de la Imprenta Coni, siglo XVII y 4) del mismo sitio y fabricada a partir de un plato Pearlware de los inicios del siglo XIX (Archivo C.A.U.)

Fichas hechas de mayólicas de los tipos Ichtuknee y Sevilla Azul sobre Azul de Santa Fe la Vieja (Museo de Sitio, Cayastá)

Durante las excavaciones recientes en Buenos Aires han sido encontradas en varios sitios y contextos: en viviendas de la antigua zona de San Telmo de los siglos XVIII y XIX (Schávelzon 1991 y 1994); además las hemos identificado en Cayastá (siglos XVI y XVII) en donde fueron reportadas inicialmente por Agustín Zapata Gollán (1972) y por Cerutti y Nastassi (1977); y su existencia la hemos identificado en Tucumán (Schávelzon 1996), en Rosario, en Mendoza y en la Misión de Loreto en Misiones; ya habían sido citadas por los Núñez Regueiro (1973) en el norte de Corrientes. La investigación histórica conexa con los juegos de azar con fichas es aún reducida (Molina 1956, Segarra 1961, Martínez 1992).

Estas dispersas fichas pueden ser identificadas como los denominados trebejos usados en dos juegos que fueron habituales en las colonias españolas y en España denominadas chaquete o tablas reales, y damas. Ambos juegos han llegado la actualidad siendo el Chaquete el llamado Backgammon en su denominación inglesa y las Damas aún mantiene su nombre en la América hispánica. Se practican sobre tableros aunque suponemos que también debieron hacerse directamente sobre marcas en el piso y a este último caso deben pertenecer las fichas de mayor tamaño. El término trebejo es aún usado en español para designar las fichas del ajedrez.

Dos fichas hechas con materiales modestos del siglo XIX: (izquierda) de Rosario y hecha con una maceta vidriada; (derecha) de Buenos Aires, excavada en Michelángelo, con restos de una tinaja.

Tres fichas de la Misión de Loreto, Misiones: la mayor hecha de una tinaja, la de arriba de piedra con relieves, la derecha de cerámica indígena con incisiones de identificación (cortesía J. I. Mújica). Dibujo de la ficha indígena.

Si bien las fichas que aquí describimos y que han sido halladas en excavaciones, son de piedra, metal y cerámica – incluyendo casi todos los tipos y variedades-, sabemos que las hubo de otros materiales:

«En el Río de La Plata eran famosos y muy buscados los fabricados en Montevideo, con fichas de asta y hueso» (Páez 1971:21).

En los documentos históricos existen referencias a piezas para jugar a las Damas hechas de madera, hueso y marfil (Porro. Róspide y Astiz 1982), pero sólo una vez encontramos una ficha de hueso, en la Imprenta Coni en Buenos Aires.

La identificación de las fichas con los juegos de damas y chaquete no descarta la posible existencia de otros juegos que también utilizaran fichas y aún existe en contextos rurales el Sapo para el cual se usan fichas redondas de bronce cuya antiguedad es desconocida; pero la documentación histórica habla, desde el siglo XVI, sólo de los juegos ya citados mientras que del Sapo sólo desde bien avanzado el siglo XIX. Una lista de 1771 de juegos prohibidos enumera los siguientes: «banca o faraón, baceta, carteta, banca fallida, sacanete, parar, treinta y cuarenta, cacho, flor, quince, treinta y una evidada, birbis, oca, dados, tablas, azares y chuecas, bolillo, trompico, palo, taba, cubilete, dedales, nueces, correguela, descarga de burra», etc. (Martínez 1992:246).

Dimensiones de fichas provenientes de Santa Fe la Vieja.

2. La información histórica

Existe una referencia muy antigua sobre la presencia de seis tableros en la primer casa de juegos de la ciudad de Buenos Aires instalada en 1617 (Molina 1956), aunque no se aclara si eran de chaquete, damas o ajedrez. En 1667 hay una descripción del chaquete en Buenos Aires en la declaración de los bienes del Oidor Decano de la Primera Audiencia Pedro de Roxas y Luna, quién le heredó al Gobernador José Martínez de Salazar un juego de este tipo; también sabemos que al menos un carpintero fabricaba tableros en 1782 por los que cobraba 14 pesos (Sagarra 1961:131).

El juego del chaquete es muy antiguo, mucho más que las Damas que posiblemente se hayan difundido en tiempos medievales. Sabemos que estaba emparentado con el Duodecim Scripta de los romanos (Daremberg y Saglio 1892-11:414) y que éste derivaba de otro juego griego más antiguo; de ese tronco común se derivó la versión conocida como Tric-trac y Jacquet en Francia, Backgammon en Inglaterra, Gamao en Portugal y Tavola Reale en Italia. Un diccionario español de 1803 lo describe como «especie de juego de tablas reales en el cual se van pasando alrededor todas las piezas por las casas desocupadas, y el que mas presto las reduce al extremo contrario y las saca, gana» (Real Academia 1803:259). En esencia es eso: una serie de espacios a dos colores, en forma de triángulos en lugar de cuadrados como en las damas y ajedrez, con dados y con fichas circulares que avanzan en sentidos encontrados en un juego de suerte y estrategia combinadas.

No existe a la fecha ilustración alguna, o descripción detallada, acerca de las fichas de juego. Según una publicación sobre el juego en la colonia se las identificó en una láminade Guamán Poma de Ayala (folio 596) en la que se juega a las cartas (Troncoso 1981). En realidad lo representado no son fichas sino que son monedas, y por eso se las observa en otras láminas de Guamán Poma (1941) con esa función, como en los folios 531 para hacer pagos y en el folio 521 para pagar impuestos.

Fichas del siglo XIX: dos hechas con hierro forjado provenientes de Parque Lezama y otra de piedra de la casa Histórica de Tucumán (Archivo C.A.U.)

Una ficha para juego hecha a partir de un azulejo Pais-de-Calais, Francia, excavada en Rosario, de la segunda mitad del siglo XIX (cortesía S. Volpe)

En todo el país el juego del chaquete fue quedando fuera de uso para los años finales del siglo pasado. Lo que fuera una actividad habitual pasó a ser un recuerdo y Lucio V. Mansilla en esos años recordaba que en su casa de niño había:

«un mueble especial que completaba el ajuar. Merefiero a una mesa de chaquete, de caoba, con casillas de maderas finas incrustadas con prolijidad» (1986:110).

Ya se estaba perdiendo incluso la memoria de dicho juego; otro cronista de la ciudad, José A. Wilde, describió lo mismo hacia 1880:

«En el club, los hombres serios, los pasivos lectores de diarios de la tarde y jugadores de guerra y de chaquet, poco a poco habían ido desapareciendo» (1966:52).

3. Dimensiones, materiales y colores

Las fichas descubiertas son, en su gran mayoría, retalladas de fragmentos de cerámicas que fueron fabricadas para otra función, por lo general tejas, tinajas y platos. Están hechas entodos los tipos cerámicos desde el Columbia Liso reusado en el siglo XVIII tardío hasta en Creamware y Pearlware impreso enazul usadas en el siglo XIX.Esto demuestra que se debían usar fragmentos de cerámicas rotas encontradas en el piso las que eran talladas eligiéndolas sólo por su color blanco en un caso y para sus oponentes se usaban cerámicas pintadas o estampadas. Un único caso, de la Misión Jesuítica de Loreto, es de cerámica y tiene rayas en ambas caras. El tallado puede ser simple o de cierto cuidado pero nunca se dejan de retocar los bordes en ángulo para facilitar su manejo.

Las dimensiones habituales de las halladas en Buenos Aires son de 15 a 40 mm de diámetro en su tamaño menor y de 60 a 70 mm en su tamaño grande, habiendo pocos casos intermedios. Por lo general las fichas de los contextos anteriores al siglo XVIII tardío han sido más grandes que las del siglo XIX. Existe un único caso hecho con un fragmento de porcelana europea blanca hallado en un contexto del siglo XIX medio (1840-1890) en San Telmo. En las de Santa Fe la Vieja el tamaño más común es el de 25 mm. En la Misión de Loreto hay tres ejemplos: 35, 40 y 80 mm. Un único ejemplo hecho en cerámica hallado en Rosario mide cerca de 40 mm. Los casos identificados hechos en piedra son pocos: en la excavación de la Casa Histórica en Tucumán se encontró una ficha de las medidas habituales para los tableros pero de sólo 3 mm de espesor; el color era gris parejo (Schávelzon 1996); otra proviene de la Misión de Loreto, mide 40 mm de diámetro y está trabajada con relieve ondulado en los bordes y tiene una cuadrícula rayada sobre una de sus caras. Existe una ficha de Rosario tallada sobre un azulejo francés proveniente de País-de-Calais (Volpe, com. personal).

En la colección que se halla en el Museo Etnográfico de la actual ciudad de Santa Fe hay 106 ejemplos provenientes de Santa Fe la Vieja, lo que se complementa con otros once que están exhibidos en el museo del sitio arqueológico, lo que hace un total de 117 fichas. Todas pueden ser fechadas entre 1573 y 1660. De ellas sólo una fue hecha con cerámica indígena y las demás son de mayólicas españolas o europeas: los tipos observados son Columbia, Ichtuknee, Sevilla Blanco, Sevilla Azul sobre Azul, Bacín Verde, Montelupo y Talavera Azul sobre Blanco y en tejas comunes, lo que indica que no hubo una predilección especial en la selección salvo el tratar de evitar las cerámicas indígenas o mestizas. Entre el conjunto se halló una ficha hecha con una loza Whiteware inglesa blanca posiblemente de la ligera ocupación que tuvo el sitio en el siglo XIX. Hasta ahora las únicas fichas hechas en cerámica indígena, o de tradición indígena, fueron halladas en Quilmes y Buenos Aires.

Torteros para hilar de mayólicas de los siglos XVI y XVII (Museo Etnográfico de Santa Fe)

Fichas de forma irregular y bordes pulidos, siglo XIX, excavados en Michelángelo, Buenos Aires (Archivo C. A. U.).

Existe una única posible ficha en hueso; se trata de una pieza muy fina y bien pulida que en supusimos como parte de un botón al publicarla (Schávelzon 1994:43; objeto c-106).

Un reciente trabajo de excavación en la que fuera la casa de Josefa Ezcurra permitió identificar en el patio del fondo un grupo de siete fichas cuyas medidas van de 55 mm a 80 mm de diámetro. Tenemos dudas a que sean estrictamente fichas, por la mala terminación de los bordes, por lo irregular de su factura y porque una es de cerámica de tradición indígena y otra es de una cerámica muy semejante pero con los rasgos de lo denominado mestizo o criollo. Las otras cinco fueron hechas de fragmentos de grandes tinajas. Es decir que es el primer conjunto totalmente de cerámicas no europeas. Ese contexto ha sido fechado para el siglo XVIII y posiblemente correspondió al área de ocupación de un grupo socialmente muy bajo, indígenas o esclavos; por lo tanto su función bien podría ser alguna otra que aún desconocemos, como servir de tapas de tinajas.

Se tomaron las dimensiones de todas las fichas de Santa Fe la Vieja mostrando que la mayoría de ellas mide entre 15 y 30 mm, es decir el 81,2%, mientras que entre 35 mm y 50 mm sólo hay el restante 18,8 es notorio que no hay ninguna mayor de 50 mm de diámetro .

4. Conclusiones

Podemos concluir entonces que en la manufactura de las fichas los jugadores, que en este caso suponemos españoles o criollos en su mayoría, privilegiaron en mucho más del 90% de los casos las cerámicas españolas o europeas, los colores más elegidos fueron azul en sus diversas conbinaciones y el blanco (99% entre ambos), y los tamaños cercanos a los 25 a 30 mm de tal forma que entraran en tableros de mesa. En el siglo XIX éstos debieron reducir su tamaño ya que las fichas tienden a medir cerca de 20 mm. Si bien no tenemos suficientes datos históricos al menos sí sabemos que poco más tarde desaparecieron las casas de juego y las mesas hechas al efecto. Posiblemente las casillas en los tableros antiguos debieron ser de mayor tamaño que en los tableros portátiles a los que estamos acostumbrados actualmente. Las fichas fueron hechas en su gran mayoría mediante el redondeado de fragmentos de cerámicas más antiguas, en algunos pocos casos fueron de piedras locales, de hierro forjado, de porcelana y para finales del siglo XIX, de bronce y hueso. Son habituales en todo tipo de contextos: domésticos, religiosos y de trabajo, de niveles sociales altos y bajos.

Es posible que las fichas de mayor tamaño hayan sido usadas para jugar al aire libre, sobre la tierra; no casualmente están hechas a partir de cerámicas no elegidas por su calidad o coloración, como ser simples tinajas, azulejos, tejas e incluso cerámica de tradición indígena. Debían hacerse en forma rápida, sin cuidar detalles de terminación y se las descartaría rápidamente. Esto es así en las fichas de este tipo salvo las de Santa Fe la Vieja, que pese a ser de tejas, muestran un mayor cuidado en la terminación.

Uso de las fichas y torteros para cerrar botijas y tinajas (Museo Etnográfico de Santa Fe)

Extraño embudo encontrado en las ruinas de Cayastá (Museo Etnográfico de Santa Fe)

Bibliografía

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Agradecimientos:

El estudio de las fichas de juego provenientes de Santa Fe la Vieja ha sido hecho gracias a la colaboración de Luís María Calvo y Humberto Volcato, agradecemos a María Teresa Carrara que nos haya despertado el interés sobre la cerámica histórica de ese sitio. La posibilidad de estudiar las fichas de Rosario se la debemos a Socorso Volpe, la de Tucumán a Juan Carlos Marinsalda, las de Quilmes a Zunilda Quatrin, las de Loreto a Juan Ignacio Mújica.

Postcriptum

Durante los años transcurridos de escrito este primer estudio, que sirvió para abrir el tema y que se pudiera entender cuál fue el uso posible de esos objetos que aparecían en las excavaciones sin saber qué eran aún, surgieron otras opciones. En primer lugar fue tomando cuerpo una vieja hipótesis que había planteado Agustín Zapata Gollán hace más de medio siglo: que se usaban para tapar botijas y tinajas, y así lo presentaba en el Museo de Santa Fe la Vieja. Eso, si bien era factible por las dimensiones el que él presentara en una vitrina un grupo de bocas de botijas con sus tapas pero que dos de ellas eran a todas luces torteros de hilar, le quitaba seriedad al planteo. Con el tiempo y el estudio de las colecciones entendimos que eso no representaba un hallazgo, que era una suposición materializada en la vitrina; lo que no sabíamos entonces es que en muchos sitios del continente sí se las ha encontrado cumpliendo esa función, pero no las que tienen agujero en el centro por lógicas razones. Incluso eso distrajo la atención a un hallazgo emparentado y único a la fecha en el continente: un embudo de cerámica puesto en la boca de una botija, el que está a un lado de esas mismas fichas.

Por otra parte se han hallado aquí, en Buenos Aires, diversos fragmentos de cerámicas y lozas recortados y con los bordes alisados, que no son circulares, sino rectangulares y hasta irregulares. Desconocemos para qué se usaron, posiblemente eran también algún tipo de ficha que no necesitaba ser circular.

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