Restauración y destrucción del Cabildo de Luján

summarios

Artículo publicado en la revista Summarios, número 132 (Identidad y Patrimonio), presentado en el Cuarto Congreso Nacional de Preservación del Patrimonio Arquitectónico y Urbano, correspondiente al mes de noviembre / diciembre de 1989, pps. 20 – 25, ciudad de Buenos Aires, Argentina.

Existe una marcada tendencia a suponer que la destrucción y deterioro del patrimonio inmueble se debe al abandono, o simplemente a la demolición; esto es solo cierto a medias: también las malas restauraciones, o los intentos de ayudar sin tener los conocimientos necesarios, han sido motivo de terribles pérdidas patrimoniales. Queremos describir aquí la odisea destructiva que está viviendo el Museo de Luján, producida por profesionales bien intencionados que, desde hace más de medio siglo, atacan siempre los efectos de los problemas y nunca las causas. También, los esteticistas, preocupados por tener un conjunto de edificios históricos que sea más lindo que el real, desde Martín Noel a la actualidad, han causado daños ya irremediables, simplemente en aras de mejorar los auténticos edificios históricos. Parecería que resulta imposible conservar un edificio: el Cabildo de Luján y sus anexos, en especial la Casa del Virrey, son buen ejemplo de esa secuencia ininterrumpida de agregar, quitar, modificar, cerrar, ampliar, remodelar, reciclar, agrandar…

Básicamente, los problemas que estos edificios poseen se basan en que las intervenciones hechas nunca tomaron en consideración que los mismos son el resultado de un complejo proceso histórico, donde hubo dos siglos de transformación constante. Esto trajo aparejado problemas heredados, como la falta de capas aislantes de la humedad, muros hechos con materiales diversos y falta de contrapisos. Todo esto, más las reiteradas inundaciones por el crecimiento del río, traen problemas; pero por lo visto algunas de las soluciones han sido peores que los problemas: para evitar que las cabriadas de madera se muevan se las empotró en vigas de hormigón; para impedir la humedad en pisos se levantó todo un edificio un metro; para prevenir fisuras en paredes de adobe se les incorporó columnas de hormigón armado y así muchas otras intervenciones drásticas. Por otra parte, se actuó como si la historicidad de los edificios no existiera: se cerraron ventanas y puertas, para reabrirlas y volverlas a cerrar poco más tarde, se colocaron techos que desaguan por escurrimiento sobre molduras y paredes antiguas; se colocó cemento en pisos para evitar la entrada de agua, lo que impide la salida de esta; se demolieron paredes coloniales para ampliar una oficina o un baño. Al parecer no ha habido ninguna posibilidad de que se entienda que sin un verdadero proyecto de preservación y restauración, ninguna obra que se haga tendrá resultados, y eso está a la vista: tras años de obra, el Museo está cada vez en peores condiciones arquitectónicas – problemas que la pintura no tapa-, y cada vez queda menos de la auténtica arquitectura colonial.

El proceso constructivo del edificio

La historia del Cabildo se inició en 1755 cuando Luján fue erigida como villa, por lo cual le debía corresponder la construcción de un edificio en el cual sesionara su Cabildo. Esto fue tratado ya en la misma sesión inaugural el 7 de enero de 1756, discutiéndose acerca de la posibilidad de construir una «casa cabildo y cárcel». Pero los años pasaron y se siguió funcionando en un edificio alquilado; recién en 1772 se tienen noticias acerca del inicio de obras, aunque se desconoce quién fue el proyectista y constructor de estas. Pero la suspensión del Cabildo entre 1783 y 1787 por litigios con el de Buenos Aires paralizó cualquier trabajo inconcluso. Recién cuando se recibió la modificación real a la Real Ordenanza de Intendentes en 1788 se pudo volver a establecer el Cabildo, aunque esto tampoco fue posible hasta 1792 por demoras de las autoridades porteñas. De todas formas sirvió para que en el interín fuera designado Pedro Preciado, maestro de obras de Buenos Aires, para que reconociera el estado de las obras y propusiera un proyecto para su finalización; incluyó dos planos y fachada y un extenso informe.

En 1792 se logró por fin iniciar las obras proyectadas por Preciado, las que en realidad se hicieron a partir de lo existente; los trabajos los dirigió el albañil Francisco Echegoyen y a partir de 1796 José Lino Gamboa, quien finalizaría el edificio tras muchísimos años, demoliendo varias partes, ampliando otras e introduciendo algunas reformas; en 1810 aún trabajaba en ello. Esto demuestra la complejidad estructural y constructiva del edificio, fruto de diferentes manos, técnicas, materiales y cambios de todo tipo. El resultado final, muy cercano a lo proyectado por Preciado, fue un Cabildo de neta tradición española, característico de pueblos pequeños, con sus arquerías y balcones aunque con elementos que podrían adjudicarse a la tradición constructiva pampeana. El proyecto de Pedro Preciado constaba en planta baja de dos cuartos y un tercero por escalera hacia el nivel superior; un corredor permitía el paso hacia un patio en cuyo lado izquierdo había dos prisiones, una habitación para el carcelero y una cocina; el baño estaba en el ángulo opuesto y un pozo de agua se hallaba en el centro del patio. En el piso superior, donde se llegaba por la escalera, se circulaba por el balcón hacia la Sala Capitular y luego al archivo.

Con posterioridad a la declaración de la Independencia y a la suspensión de los cabildos hubo ya pocos cambios. Al parecer se modificó la ubicación de la puerta principal, ya que una acuarela hecha por García del Molino en 1845 así lo muestra; pero la nueva Municipalidad allí instalada continuó hasta 1910; en el interín hubo varios intentos de demolición y en 1889 se hizo una enorme excavación en el patio en busca de un supuesto tesoro enterrado. Entre esa fecha y 1918 le fue prestado el edificio a la Policía y al Círculo de Obreros Católicos; estos últimos intentaron modernizarlo, destruyendo algunos sectores del edificio y gran parte de las molduras y decoración.

En 1918 y por iniciativa de Martín Noel, quien logró el apoyo de José Luis Cantilo y las autoridades provinciales, se iniciaron las obras de restauración que fueron completadas en 1923 e inaugurado por Enrique Udaondo como su primer director. Básicamente, el trabajo de Noel fue el rescate del Cabildo a su mejor saber y entender, de otras obras anexas como la Casa del Virrey construida a fines del siglo XVIII y donde funcionara el Estanco Real de Tabacos, y la construcción de nuevos pabellones. Todo esto significaba para Noel la posibilidad de concretar sus ideas acerca de un estilo neocolonial, de un «renacimiento» de formas que rebasaban la historicidad de la obra, llegando a forzar la arquitectura para que esta se adecuara a lo que debió haber sido más que a lo que en realidad había sido. Así se le agregó un piso a los calabozos, se modificaron todos los ambientes interiores en los dos pisos del cuerpo principal y se retiró la escalera, para colocarla en el patio, en un remedo de patio andaluz. El mismo Noel lo reseñó cuando apenas inaugurado escribió que fueron «trabajos de reparación» y no de restauración, y que la presencia «de elementos nuevos» en la «refacción» han «sido ordenados los unos por el plan (proyecto) general, los otros por la necesidad de salvar lo que el correr del tiempo había destruido y adulterado». En general, los cambios introducidos por Noel fueron fuertes y algunos ciertamente censurables como las ventanas que se abren del patio hacia el jardín, la galería superior, las ventanas perdidas en la altura de muros medianeros o la apertura de una ventana al frente de la Casa del Virrey. El mismo Udaondo criticó los trabajos escribiendo que «aunque el señor Noel es persona competente en su profesión y estudios, en la restauración, hecha con precipitación y pocos fondos, hubo mucho descuido, pues (..) se inspiró en motivos de arquitectura que se usaron en el norte de nuestro país y en el Perú». De todas formas estos juicios, verdaderos por cierto, hoy quedan minimizados ante la coherencia que le dio al conjunto, y más aún, ante las atrocidades que se cometieron en los últimos años. La serie de críticas al proyecto y remodelación de Martín Noel fue grande, y la más seria fue la transformación del sistema de acceso a los niveles superiores; por ejemplo, Mario Buschiazzo escribió que: «Otro detalle digno de mención es, a mi juicio, el cierre cubierto de la caja de escalera sobre nivel de azotea, claramente acusado en el dibujo del ingeniero Malatto, lo cual permite afirmar que toda la circulación vertical desde el nivel de vereda a la azotea se efectuaba interiormente. Es muy lógico suponer que la función actual del edificio haya determinado trasladar dicha escalera al patio a fin de habilitar un mayor espacio para las salas de exposición. En lo que respecta a la fachada no se observan mayores diferencias, como no sea en el dibujo de la espadaña que, no respondiendo al original de Preciado, tampoco observa la construida por Gamboa; la espadaña actual se ha enriquecido con dos ménsulas invertidas y alguna decoración escultórica». Pero, así las cosas, para 1930 el complejo de construcciones, que sumaban los dos verdaderos edificios coloniales y los neocoloniales, estaba concluido. Pero allí comenzaron algunos de los problemas que se irían haciendo patentes con los años: el primero fue el proyecto de la avenida de acceso a la Basílica, formado por arquerías a ambos lados del nuevo camino; este nuevo aspecto colonialoide, ya que no neocolonial, intentaba disfrazar la realidad urbana, tapando las fachadas de las viviendas y homogeneizando toda la gran avenida. Por detrás de los pórticos las casas, obviamente, seguían iguales; y así lo siguen estando aún hoy en día. Lo más grave, y que por suerte no llegó a hacerse, fue el demoler algunos de los edificios construidos por Noel solo unos años antes, ¡dejando toda la manzana rodeada por un pórtico y el patio central vacío! Lo que sí se aceptó fue el comprar y demoler las casas coloniales que había aún en la parte no ocupada de la manzana; demolerlas pese a ser antiguas para construir allí una reproducción de la Casa del Virrey, que le diera simetría al conjunto. Se tardarían algunos años en lograrlo, pero se haría.

En 1934 comenzó a gestarse la posibilidad de adquirir las viviendas citadas y para fin de año se logró hacerlo, y de ellas queda solo un relevamiento hecho por el Ministerio de Obras Públicas a través de su Dirección de Arquitectura. El frente del Museo estaba compuesta por la Casa del Virrey, a un lado la Sala de la Independencia que unía el citado edificio y el Cabildo, el Cabildo antiguo, y luego las salas de Rosas, Lezica y de Modas. Estas últimas en un nuevo edificio que copiaba, burdamente, la Casa del Virrey del otro extremo del lote; el resto figuraba aun como «construcciones viejas por demolerse».

En 1938 se construyeron los nuevos edificios, en dos pisos, para lo cual se demolieron 550 metros cuadrados de auténtica arquitectura colonial. Lo más insólito fue que el nuevo pabellón reproducía en planta la misma distribución de acceso y ambientes que tenían las ya existentes. Es probable que se haya logrado más lugar en el bloque posterior con una vivienda abajo y dos salitas arriba, pero la solución de poner el tanque de agua en medio de una de las salas para que no sobresaliera en el techo de tejas fue deprimente, y aún causa problemas de humedad, además de los de estética. De las fachadas mejor ni hablar. En 1945 hubo dos relevamientos nuevos, uno hecho por Manuel Domínguez y el otro por Mario J. Buschiazzo. Otro de los fenómenos que no puedo explicarme es lo sucedido con la Casa del Virrey en estos años: sabemos que antiguamente tenía dos ventanas al frente ya que así la muestran las fotos antiguas. En 1934 las tiene aún, pero le falta la puerta de esquina, uno de sus rasgos más interesantes; en 1975 volvió a tener las dos ventanas, después de haber tenido tres por muchos años, y volvió a contar con puerta en la esquina.

Pero la serie más grave de acontecimientos se inició en 1975, de la mano de la Dirección Técnica de Obras dependiente del Ministerio de Educación de la provincia, que levantó un plano detallado de lo existente. A partir de ese trabajo se hizo un proyecto titulado pomposamente «Ampliación, Refección (sic) y Restauración», cuyos responsables eran Eduardo Morell y Alcira Carballo. En estos planos se llevó a cabo lo que hoy vemos como la sentencia de muerte de los edificios antiguos: se le colocaron columnas y vigas de hormigón armado dentro de las paredes de adobe originales y las de ladrillo de la época de Noel: dieciocho columnas y hasta en un caso una doble viga de hormigón fueron salvajemente empotradas en los muros, sin haber siquiera estudiado la historia de los edificios, sin haberse preocupado por pensar cuáles serían los resultados a corto y largo plazo, al obligar a trabajar en conjunto a materiales tan diversos; también se cambiaron las vigas de los techos y las cubiertas. Esto fue lo más grave y es hoy causa de un sinnúmero de problemas, resultado de la toma de decisiones apresuradas, simplistas, atacando siempre los síntomas y no las causas de los problemas.

Otras obras fueron también graves: la remodelación del ala lateral de la Casa del Virrey, con muros de adobe de 0,45 metros, fue atacada brutalmente, y se demolieron paredes enteras; se cerraron puertas y modificaron accesos únicamente para hacer una Sala de Guardia para la policía, y cambiar la dirección de lugar. Por supuesto, no se les ocurrió colocarla en las nuevas salas construidas en el patio, ni en algún lugar preexistente. En el fondo, todo esto tenía por objeto el obligar a disponer de un único acceso controlado por la policía, que pueda abrirse con independencia de la entrada exterior.

El responsable de estas obras volvió a iniciar trabajos en 1983, con nuevas «Obras de restauración», tal como dicen sus planos. En esta ocasión se atacó la Casa del Virrey cerrando algunos vanos y abriendo otros, cambiando vigas de madera incluso en los calabozos del Cabildo; hay una nueva modificación en el ala de la Dirección y otras obras menores; todo esto bajo la dirección del Servicio Nacional de Arquitectura. Lo más absurdo es que nada de esto sirvió realmente, y los problemas de humedad y estructura siguieron, lo que llevó en 1985 a iniciar nuevas obras, cada vez más agresivas, las que, hasta la fecha no han solucionado los problemas. Entre estas últimas, se decidió que para evitar la humedad que sube desde el suelo, había que demoler los pabellones construidos por Noel, y hacerlos exactamente iguales, ¡pero un metro más altos! Como si la capilaridad del ladrillo y el escombro usado en el relleno no pudiera continuar existiendo, eso sin tener en cuenta lo absurdo del planteo. De todos los sistemas desarrollados en el mundo para evitar que la humedad ascienda por las paredes, algunos de costo mínimo y que todo restaurador conoce, se decidió por el más caro, complejo, largo y destructivo.

En 1984 se publicó otro proyecto, del mismo arquitecto Morell: esta vez se proyectaba una remodelación total de todo el conjunto, incluyendo la plaza, avenidas, accesos y otros edificios propiedad del Museo que están fuera de la manzana hasta ahora estudiada. El proyecto provenía de la Dirección de Coordinación de Museos, Monumentos y Lugares Históricos de la provincia y proponía una utopía urbana posmodernista a gran escala. La lectura de los documentos muestra que, como bibliografía se usaron, además del libro de Torre Revello con la historia del Cabildo, las Obras completas de Le Corbusier (?), un libro sobre Mario Botta, un número de GA japonés y otro de Casabella dedicado a los museos. Esta falta de profundidad permitió que el capítulo 9, de «Condiciones técnico-edilicias» tuviera solo cuatro renglones: «En términos generales se puede decir que existe humedad en las paredes (internas y externas), pisos en mal estado y rajados, deficiencias en el sistema eléctrico, servicios sanitarios y desagües». Las únicas otras citas sobre los edificios se centran en la necesidad de diferenciar lo antiguo de lo nuevo, incluso aclarando que «si es necesario realizar una intervención en los mismos, de manera de rescatar los elementos arquitectónicos que los cambios hayan anulado, se solicitará la intervención de los organismos competentes». Recordemos que muchos de esos cambios los había introducido quien esto escribía, y que al ser de hormigón dentro de adobe, eran ya irreversibles. Pero más allá de las palabras lo que los planos muestran es la introducción de varios elementos de la más clara filiación posmoderna, como pantallas virtuales, muros falsos, cilindros puros e, insólito, reproducir en la plaza las fachadas del Cabildo y la Casa del Virrey, al parecer con caños pintados. ¡De esa forma sí se destacarían los edificios antiguos sobre los modernos! Acerca de lo que se pensaba hacer en el resto de los edificios propiedad del Museo, solo hace falta mirar los planos.

Los deterioros y sus causas

Hemos podido observar que el estado físico en que se encuentra actualmente el conjunto no es bueno, pues presenta deterioros (tanto en el interior como en el exterior) que nos muestran que, de no actuar rápidamente, seguiremos perdiendo parte de nuestro patrimonio cultural. Estos deterioros fueron detectados a primera vista, pero haciendo un estudio más profundo posiblemente hallemos otros, que hasta podrían llevar a los edificios a una situación casi irreversible. Por esto creemos que es necesario realizar un diagnóstico completo, aunque ya podemos determinar distintos motivos que producen deterioros:

A) Deterioros por el terreno: la implantación del Museo en una zona tan cercana al río y donde la napa freática es muy alta, pone a este en continua amenaza de inundación y provoca grandes problemas de humedad. Estos inconvenientes no han sido tenidos en cuenta, pues no hay canales ni desagües que faciliten el desagote ni existen sistemas que impidan el escurrimiento del agua subterránea hacia el río, pasando por debajo de los edificios. Hay en las paredes una línea continua que muestra hasta dónde llega el agua, produciendo manchas, desprendimientos de revoque, concentración de sales, flora y fauna microbiana. Hay falta de contrapesos debajo de los pisos, de capas aislantes y de hidrófugos en las juntas. Otro factor que no ayuda al problema son las grandes extensiones de patios cubiertos por baldosas y ladrillos que impiden la evaporación. Es factible también que haya habido asentamientos diferenciales en los cimientos producidos por la gran humedad.

Todos los intentos de solucionar el problema de la humedad ascendente se han centrado en el remplazo de los revoques de cal por otros con cemento; esto ha sido catastrófico ya que la humedad, que igual asciende por capilaridad por dentro del muro, busca salidas más lejanas, o simplemente termina destruyendo la pared por dentro. La obvia y simple solución de hacer drenes internos para que el agua evapore rápidamente, de costo mínimo – un par de albañiles podría solucionar el problema en todo el conjunto en pocas semanas- , o cualquier otra solución de restauración elemental, han sido dejadas de lado por otras que intentaron disfrazar o disimular el problema en lugar de resolverlo.

B) Problemas producidos por la arquitectura: estos son los que las estructuras y la mampostería producen; los hay por antigüedad de materiales, por diseños no contextualizados y por intervenciones defectuosas. Quizás el ejemplo más simple y más drástico es la colocación de cañerías e instalaciones eléctricas, sanitarias y ahora de gas por dentro de los muros – los antiguos de adobe y piedra- , produciendo dilataciones que provocan fisuras y traslado de humedad irreparables, además de deteriorar las instalaciones en sí mismas. Asimismo las paredes pintadas sobre húmedo, o las carpinterías pintadas al óleo, impiden respirar los materiales y evaporar su contenido líquido.

La colocación de losas de hormigón y de vigas perimetrales de encadenado sobre paredes de adobe y de mampostería, a las cuales se les dejó la estructura de madera de los techos, ha causado daños tremendos; las vigas se dilatan y rajan los muros. Otro aspecto son las sucesivas demoliciones y construcciones, tanto de muros antiguos como modernos ya que afectan a la edificación en su conjunto. Se han modificado las cargas, los amarres de paredes, se han cerrado patios, han quedado un tanque de agua dentro de una sala, losas de entrepiso sueltas bajo techos de madera y tejas, iluminaciones que afectan la espacialidad de las salas, y ahora, ¡se han levantado los pabellones neocoloniales de Noel, demoliéndolos y volviendo a reproducirlos un metro más arriba!

Para terminar, se hace evidente que únicamente una intervención hecha por profesionales capacitados en restauración, que ataquen los problemas en sus causas y no en sus efectos, a través de un proyecto serio y de largo alcance, podrá salvar los restos de estas extraordinarias obras de arquitectura colonial, y todo el patrimonio museográfico que ellas encierran.

Bibliografía

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Archivo de la Dirección de Arquitectura, Ministerio de Obras Públicas, Buenos Aires.

Buschiazzo, Mario J. Síntesis del proceso constructivo de los cabildos de Buenos Aires y Luján, manuscrito inédito, Instituto de Arte Americano e Investigaciones Estética (s/f). «Cabildos del virreinato del Río de la Plata», Boletín de la Comisión Nacional de Museos y Monumentos Históricos, N° 8, Buenos Aires, 1946, pp. 1-93.

Cabildo de Luján. Acuerdos del extinguido Cabildo de la Villa de Luján (1771-1790), La Plata, 1930.

Diarios Clarín y La Nación de los días 17 al 19 de noviembre de 1985.

Domínguez, Manuel A. La Casa Cabildo de Luján, Editorial Olimpo, Buenos Aires, 1985.

Giuria, Juan. Apuntes de arquitectura colonial argentina, Montevideo, 1941.

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Sánchez Zinny, E. F. y Udaondo E, Museo Colonial e Histórico de Luján, La Plata, 1933/1934.

Schávelzon, Daniel, G. Cavalcanti, M. Gómez y M. Lazzari. Estado actual y diagnóstico preliminar del Complejo Museográfico E. Udaondo, Luján; informe presentado a la Comisión Nacional de Museos, Monumentos y Lugares Históricos, Buenos Aires, 1985.

Torre Revello, José. La Casa Cabildo de la Villa de Luján, publicación del Instituto de Investigaciones Históricas, Facultad de Filosofía y Letras, Buenos Aires, 1942.

Udaondo, Enrique. Guía descriptiva, Museo Colonial e Histórico, La Plata, 1928.

Album del Museo Colonial e Histórico de la provincia de Buenos Aires, La Plata, 2a. edición, 1929.

Descripción del desfile retrospectivo de rodados organizado por el Museo al inaugurarse el Pabellón Balcarce, Museo Colonial e Histórico, Lujan, 1931.

Descripción del tercer desfile criollo retrospectivo organizado por el Museo, Museo Colonial e Histórico, Lujan, 1934.

Reseña histórica de la Villa de Luján, edición del autor, Luján, 1939.

Vigo, Juan M. «Historia y leyenda de la virgen de Luján», Todo es historia N° 44, Buenos Aires, 1970, pp. 8-16.

* Trabajo hecho en 1985 con Marta Lazzari, Marisa Gómez y Graciela Cavalcanti.

Fotografías adjuntas

Pabellón de La Porteña en el Museo de Luján, al terminarse su construcción por Martín Noel; hoy ha sido demolido y vuelto a construir, ¡un metro más alto para evitar la humedad!

Pabellón de La Porteña en el Museo de Luján, al terminarse su construcción por Martín Noel; hoy ha sido demolido y vuelto a construir, ¡un metro más alto para evitar la humedad!

Interior del patrio del Cabildo tras la remodelación de Martín Noel quien lo transformó en un patio andaluz; veáse la ventana entre el patrio y el jardín; la pequeña ventana en la medianera y la puerta al vacío exterior, que accede a una escalera exterior para subir a la terraza (fotografiado en 1927)

Interior del patrio del Cabildo tras la remodelación de Martín Noel quien lo transformó en un patio andaluz; veáse la ventana entre el patrio y el jardín; la pequeña ventana en la medianera y la puerta al vacío exterior, que accede a una escalera exterior para subir a la terraza (fotografiado en 1927)

Parte posterior de una de las construcciones rehechas solo dos años antes; las malas soluciones no evitan la humedad ascendente, los revoques deteriorados, la escalera en ruinas y las paredes que rezuman agua.

Parte posterior de una de las construcciones rehechas solo dos años antes; las malas soluciones no evitan la humedad ascendente, los revoques deteriorados, la escalera en ruinas y las paredes que rezuman agua.

Una imagen tradicional del Museo: paredes humedecidas hasta casi dos metros de alto, hongos en los revoques, carpinterías podridas, agua que asciende por las cañerías: problemas todos de fácil solución nunca encarados con seriedad.

Una imagen tradicional del Museo: paredes humedecidas hasta casi dos metros de alto, hongos en los revoques, carpinterías podridas, agua que asciende por las cañerías: problemas todos de fácil solución nunca encarados con seriedad.

Una obra de 1983 sobre una casa del siglo XVIII: el patio posterior de la Casa del Virrey cuyos techos desaguan sobre las molduras antiguas destruyéndolas; a la vez que destruyeron el espacio original, incrementaron el problema de la humedad.

Una obra de 1983 sobre una casa del siglo XVIII: el patio posterior de la Casa del Virrey cuyos techos desaguan sobre las molduras antiguas destruyéndolas; a la vez que destruyeron el espacio original, incrementaron el problema de la humedad.

Patética foto de las inundaciones de 1985. La pregunta es, si todos los años se repite el problema y no se lo puede evitar, ¿por qué no tener previstos sistemas más eficientes para apilar muebre sobre libros de la biblioteca? La eterna improvisación al servicio del patrimonio (foto Clarín 19/11/85)

Patética foto de las inundaciones de 1985. La pregunta es, si todos los años se repite el problema y no se lo puede evitar, ¿por qué no tener previstos sistemas más eficientes para apilar muebre sobre libros de la biblioteca? La eterna improvisación al servicio del patrimonio (foto Clarín 19/11/85)

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