Dorothy Hughes Popenoe (1899-1932) en la Arqueología de America Central

Cuadernos de Arquitectura MesoamericanaArtículo publicado en Cuadernos de Arquitectura Mesoamericana, volumen 14, pps. 93 a 95, Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), México, 1991.

En los últimos años la historia de la arqueología se ha preocupado por profundizar algunos aspectos parcialmente relegados por la historiografía que inició la especialidad. La necesidad de establecer las grandes líneas o corrientes que llevaron a la arqueología al estado actual, la búsqueda de los precedentes y pioneros y la magnitud de su labor, han sido los temas predominantes. Más tarde se comenzó a revisar a personajes marginales, el aporte de investigadores o instituciones de menores recursos, los conflictos entre los grupos, la dispersión de los paradigmas y, en este caso, el aporte de algunas mujeres, pocas por cierto, que participaron en la construcción del conocimiento arqueológico en América Latina.

Dorothy Hughes Popenoe, muerta a los treinta y tres años, viviendo en Honduras y Guatemala, llegó a dejar una contribución notable para su época y región que ha quedado al margen de la historia de la arqueología americana. Su descubrimiento lo debo a la revisión del papel jugado por la United Fruit Company en la promoción y dirección de trabajos arqueológicos en Centro América, como parte de su política hegemónica en dichos países, en los cuales sus intereses rebasaron lo económico, entrando de lleno en lo político y en lo social. Es interesante observar como de un pequeño sitio en Honduras salieron varias arqueólogas, amparadas en el poder omnipotente de la empresa en que trabajaban y vivían quizás intrigadas por la exoticidad del medio, o quizás –probablemente menos- preocupadas por la historia de los centenares de miles de indígenas explotados en forma inmisericorde por la empresa y sumidos por ella en la más terrible miseria. y se encaminaron hacia el rescate y estudio de los restos del pasado material.No hay duda de que cuando se habla de los viejos y grandes arqueólogos de la cultura maya en América central nos salen de la boca nombres como Eduard Seler, Teobert Maler, Alfred Maudslay, Samuel Lothrop o Sylvanus Morley; todos ellos ya conocidos y estudiados, pero a su sombra hubo centenares de investigadores que nos cuesta recordar. El caso que quiero revisar aquí es justamente el de una de ellos: se trata de Dorothy Hughes Popenoe (1899- 1932) quien llevó a cabo su obra en ocho años de trabajo intensivo. En sus treinta y tres años de vida escribió trabajos originales, realizó excavaciones en varios sitios de Honduras, en especial en Playa de los Muertos –donde definió una etapa Formativa inédita – en Tenampúa, en Cerro del Palenque y otros lugares menos conocidos, crió una familia y fue una de las iniciadoras de la restauración y conservación de la ciudad de Antigua en Guatemala. También hizo estudios lingüísticos en los alrededores de Tela. Dotothy Hughes nació en Ashford, Inglaterra, de una familia tradicional, ambiente en que se movió toda su vida. Cursó estudios universitarios en la University de Londres y comenzó trabajando en el Royal Botanical Garden de Kew como botánica, redactando tempranamente artículos publicados en el Kew Bulletin.

En 1923 se casó con un conocido naturista y zoólogo, Wilson Popenoe, con quien llegó a tener cinco hijos. En 1923 Popenoe fue designado biólogo en la estación experimental que la United Fruit estaba construyendo en Tela, Honduras, en el valle Lancetilla. Allí se trasladaron los jóvenes esposos, quienes entraron en contacto con los dirigentes de la poderosa empresa que desde hacía algunos años decidía el presente y el futuro de la América central y muy en especial de ese país. La United Fruit tenía desde hacía varios años un especial interés por la arqueología de los países en los que trabajaba, como parte de una política general más amplia en relación con la cultura y la empresa misma. Al parecer y por razones que en realidad desconozco, volcó su interés científico de la botánica hacia la arqueología, comenzando con la excavación y relevamiento de las conocidas ruinas de Tenampúa, cuyo resultado publicó en una monografía en español en 1928, auspiciada por el gobierno de Honduras. La versión original, obviamente escrita en inglés, fue publicada en 1935 por la Smithsonian Institution de Washington. Poco más tarde inició una serie de excavaciones en Playa de los Muertos que continuaría hasta 1930. Allí logró definir la primera secuencia estratigráfica del período Formativo de Honduras. Hacia mediados de 1930 se trasladó con su familia a Guatemala en donde los arqueólogos norteamericanos vivían su apogeo: la Carnegie Institution encabezada por Morley excavaba por doquier, y ella trabajó con los esposos Ricketson, quienes en su oficina en la ciudad, estaban estudiando los materiales cerámicos extraidos de Uaxaxtún. Pero el sitio elegido para vivir fue la aún en ruinas ciudad de Antigua, que en esos años vivía un primer auge como habitación de norteamericanos y extranjeros en general. Allí adquirieron una gran residencia de cuatro patios –que queda aún en la familia- la que procedieron a restaurar. Fue una de las primeras de la larga serie que permitieron el rescate de esta maravillosa ciudad destruida a fines del siglo XVIII. En esos mismos años de residencia en Guatemala, escribió su único libro: Santiago de los Caballeros de Guatemala, el que no llegó a ver publicado. Pocos meses después de su muerte fue editado por la Harvard University Press con un prólogo de Thomas Barbour. En 1932 regresó a Tela y desde allí comenzó sus trabajos de campo y entró en estrecho contacto con Alfred Tozzer. En ese mismo año efectuó la donación al Peabody Museum de los objetos arqueológicos excavados en Playa de los Muertos, donde llevan aún su nombre (dejemos de lado lo ilegal de la donación). Pero ese mismo año de intenso trabajo coincidió con el inicio y fin de una enfermedad mortal: falleció en diciembre de 1932 y fue enterrada allí mismo, en un cerro de Lancetilla. Poco antes, en 1931, Dorothy había publicado junto a su marido un estudio sobre ese lugar, titulado The Human background of Lancetilla: ella misma pasó a formar parte de la historia del sitio.

Al parecer el impacto producido por la restauración de la casa de Antigua fue importante y la bibliografía así lo ha evaluado. Por ejemplo, gracias a ellos se escribieron otros libros sobre esa ciudad, en especial cuando llegó Verle Lincoln Annis por invitación de Wilson Popenoe en 1934. En la obra magistral acerca de la arquitectura antigueña publicado más tarde por Annis, muchas hojas están dedicadas a la casa Popenoe, no sólo por su calidad arquitectónica si no también por la meticulosidad con que fue restaurada.

Durante su vida publicó trabajos de divulgación sobre arqueología, como por ejemplo un artículo sobre las ruinas de Quiriguá publicado en el Unifruitco Magazzine, una revista de tipo cultural impulsada por la empresa. También sus resultados en Playa de los Muertos fueron publicados, aunque en 1934, gracias a la intermediación de Tozzer con Frans Blom, en forma de una monografía de excelente presentación y seriedad, incluyendo una pequeña nota necrológica de Tozzer.

Por sus trabajos estuvo en contacto con prácticamente todos los arqueólogos de su época –con particular énfasis con los de habla inglesa- pero en forma especial con otras dos mujeres que en los siguientes años darían aportes importantes a la arqueología centroamericana y que también pertenecían a ese círculo cerrado y selecto de la United Fruti: Conchita Turnbull y Doris Stone. Con la primera excavó las ruinas de Cerro Palenque en 1928, sitio conectado con Travesía, luego excavado por Stone. Podemos recordar que Concepción (Conchita) Turnbull fue la esposa de Walter Turnbull, en la década de 1920 director de la United Fruit en Honduras y más tarde su presidente para toda América Latina. Doris Stone es la hija del propietario de la empresa, Samuel Zemurray.

Con los años, Wilson Popenoe también intensificaría sus publicaciones sobre temas indígenas, aunque centrándose en cuestiones como la vestimenta, las bebidas, y los alimentos tradicionales, además de la zoología; su bibliografía fue numerosa y extensa. Tras la muerte de su esposa participó en estudios y expediciones de la Carnegie Institution relacionadas con el origen del maíz.

Quiero destacar la obra de esta pionera, no por el hecho de su inquietud temprana o la posibilidad de realizar una labor importante en forma casi vertiginosa, sino porque representa ese grupo tan particular de arqueólogos que salieron de esa empresa cuyo discutido y polémico papel en América Latina es aún tema para estudiar con detenimiento. Allí y más allá del poder que ese grupo de personas tenía en Honduras y sus posibilidades económicas, un grupo de jóvenes mujeres se dedicaron a un tema tan exótico para su época, en especial para una rica inglesa. Pero el impacto de su obra, que es lo que queremos destacar, es indiscutible aún en la actualidad.

Con los años sus publicaciones entraron a formar parte de todo trabajo arqueológico que se realizara en Honduras. Por ejemplo, en el reconocimiento hecho por Jens Yde en 1938 hay numerosas referencias a su obra, en especial en Tenampúa. En ese mismo año, tres arqueólogos prestigiosos realizaron un amplio recorrido en ese país, trabajo hecho por sugerencia de Wilson Popenoe, quien incluso los acompañó en parte del viaje. William Duncan Strong, Alfred Kidder II y A. J. Drexel Paul, destacaron lo siguiente:

“Los descubrimientos de la señora Popenoe en Playa de los Muertos, en 1928 y 1929, abrieron nuevos panoramas a la arqueología hondureña y su muerte a destiempo, fue una desgracia para la ciencia y para todos los que habían tenido la fortuna de conocerla. En cierta forma, nuestra obra es una merecida continuación de la que ella tan fervientemente inició”.

Cabe destacar la excelente calidad de los dibujos realizados por Dorothy Popenoe en todas las obras. Es evidente que dominó con soltura el dibujo de objetos arqueológicos, de planos y del exterior. Sus dibujos de edificios y lugares de Antigua son muy buenos. Debemos recordar también que cuando publicó su primera obra, otras dos personas hicieron trabajos que presentaron y divulgaron esa primera intención en la arqueología. Se trata de Eufemiano Caló y de Pedro Rivas, quienes escribieron sendas noticias en la Revista de la Biblioteca Nacional en Tegucigalpa. Lo mismo sucedió cuando George Vaillant escribió un estudio para acompañar la edición del artículo sobre Playa de los Muertos en 1934. En obras posteriores, como las tres grandes monografías de Doris Stone sobre Honduras hechas en 1941 (sobre la costa norte de Honduras), en 1951 (sobre el sur y centro) y en 1972 (cubriendo la totalidad del istmo centroamericano), son también un tardío homenaje a esta pionera. Aún los trabajos de John Sheely de 1980 en los que estableció una nueva cronología para esa región, reinterpretó los hallazgos de Dorothy Popenoe en Playa de los Muertos dándole a los datos de las excavaciones una nueva luz estratigráfica.

BIBLIOGRAFÍA

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