Artículo publicado en «Antropología e Historia», Boletín del Instituto Nacional de Antropología e Historia, Epoca III, Número 22, página 57, abril – junio 1978.
En los últimos años se ha puesto de moda, en especial en Estados Unidos y en Europa occidental, coleccionar no sólo piezas de cerámica y otros objetos arqueológicos pequeños, sino también monumentos de envergadura, pertenecientes a las altas culturas prehispánicas de América.
Los países de donde generalmente proceden estos monumentos son, en Centroamérica, México y Guatemala, y en Sudamérica, Perú, Bolivia y Ecuador. Pero sin duda la zona más castigada por el saqueo arqueológico es la que en la antigüedad formaba lo que históricamente se conoce como Mesoamérica y, dentro de ella, sobre todo la región selvática de Guatemala en que se desarrolló la cultura maya.
El pueblo maya acostumbró celebrar muchos acontecimientos mediante la erección de monumentos conmemorativos. Estos monumentos han recibido los nombres de altares y estelas, y los que se conocen se remontan a los siglos del III al X de nuestra era; llegan a medir hasta 11 metros de alto y más de 2 metros de ancho. Las estelas aparecen totalmente labradas; por lo general, sobre los frentes muestran figuras de sacerdotes y gobernantes o escenas rituales y cívicas, mientras que los costados se hallan cubiertos de signos jeroglíficos, la mayor parte de los cuales aún no ha sido interpretada. El trabajo técnico de la piedra es casi siempre excelente, por lo que el valor estimativo de estas piezas, para cualquier museo o colección, es incalculable, tal como el de un Leonardo o un Rafael en el campo de la pintura.
A partir del siglo X, en que la cultura maya sufrió un repentino colapso, sus grandes ciudades fueron poco a poco devoradas por la selva exuberante del trópico. Los viajeros que durante los siglos XVIII y XIX se aventuraron en esas inhóspitas regiones quedaron maravillados ante los monumentos perdidos entre la jungla, bajo la cual sin duda todavía yacen millares de estelas y otros monumentos.
Puede afirmarse que el saqueo de bienes culturales se inició en América con la conquista europea; cuando, al cabo de un tiempo, se dejó de fundir joyas de orfebrería indígena para convertirlas en lingotes de metal precioso, la atención se volvió hacia los monumentos arqueológicos.
Ya en 1840, el estadounidense John Lloyd Stephens trasladó a New York un enorme dintel tallado en piedra, procedente de Kabáh, y sugirió al gobierno de su país comprar las ruinas mayas de Copán, en Honduras. En 1890, Edward H. Thompson, cónsul norteamericano en Progreso, logró adquirir Chichén Itzá y, tras el famoso dragado del cenote sagrado, envió los hallazgos a Estados Unidos. Asimismo, muchas instituciones extranjeras que han realizado exploraciones arqueológicas en el área maya de México y Guatemala guardan ahora en sus museos valiosos monumentos que ostentan como trofeos.
Sacar de un país piezas de cerámica o pequeñas figuras ciertamente no representa un gran problema, sobre todo si en ese país la venta de objetos arqueológicos se realiza libremente. Pero que un grupo de casi veinte personas se interne en la selva, disponiendo de varias barcazas y hasta de un helicóptero, para ahí dedicarse a cortar en fragmentos estelas monolíticas, y trasladar luego estos fragmentos hasta la frontera con rumbo a Europa o los Estados Unidos, resulta sin duda mucho más complicado.
El traslado clandestino de monumentos prehispánicos implica, además, considerables sumas de dinero destinadas a sobornar a un buen número de personas influyentes, sin cuya anuencia no sería posible tal contrabando. Se calcula que el dinero por la venta de estelas del solo Petén guatemalteco alcanza ya los 100 millones de dólares. Sabemos, por ejemplo, que en 1972 fue puesta a la venta en Los Ángeles una estela maya de Machaquila, localidad del Petén, al precio de 350 mil dólares; la estela fue, por fortuna, recuperada por el Gobierno de Guatemala, y en la actualidad se halla en el Miami Museum of Sciences, en calidad de préstamo.
Un agravante del saqueo arqueológico es el daño que se ocasiona a los monumentos. Con frecuencia a las estelas se les practica un corte longitudinal y, paralelo a la superficie principal, con el fin de reducir su peso y facilitar el traslado; pero esta operación conlleva la destrucción irreparable de los jeroglifos grabados en los costados. A veces, aun la parte que interesa trasladar no resiste la intervención de la sierra y se quiebra o desintegra; tal fue, por ejemplo, el caso de una estela proveniente de Jimbal, la cual fue abandonada por los saqueadores y luego restaurada para ser exhibida en el museo del Parque Nacional de Tikal.
Hoy en día es relativamente fácil inferir el origen cultural de una pieza arqueológica americana que se muestre en un museo o colección; pero no resulta tan fácil probar tal origen, y menos aún adivinar el contexto arqueológico de esa pieza.
Las piezas de cerámica y otros objetos pequeños por lo general provienen de compras a revendedores o excavadores clandestinos. Muchos monumentos, en cambio, aun no hallándose custodiados en algún museo, están debidamente catalogados y han sido objeto de notas publicadas en la bibliografía especializada; esto permite demostrar su identidad y procedencia. Pero, por desgracia, no pocos museos e instituciones encubren y favorecen a los traficantes, que son sus habituales proveedores de objetos arqueológicos. Hay también, justo es reconocerlo, museos serios que han restituido estelas mayas sustraídas de Guatemala; diferente es la conducta de los coleccionistas privados, muchos de los cuales tienen contratados a su exclusivo servicio saqueadores especializados.
Para combatir el saqueo arqueológico se han dictado leyes y suscrito convenios con vigencia internacional. En Guatemala, casi todos los sitios arqueológicos importantes son monumentos nacionales en virtud de la ley de 1931; y el decreto de 1947 protege asimismo los monumentos históricos y estéticos.
En 1932 la Sociedad de las Naciones recomendó que los diversos países y sus autoridades se prestaran «ayuda mutua para la recuperación de objetos sustraídos de las colecciones nacionales o exportados clandestinamente» (Luján Muñoz, 1966). En 1935 se firmó en la Unión Panamericana un tratado interamericano para la protección de muebles de valor histórico. En su Reunión de Palermo de 1956, la UNESCO adoptó una resolución que ese mismo año fue ratificada por la Conferencia de Nueva Delhi; tal resolución estipulaba que «se deberán tomar las disposiciones necesarias para que cada vez que los museos reciban una oferta de cesión de objetos arqueológicos, se aseguren de que no exista el menor indicio de que dichos objetos proceden de excavaciones clandestinas, de robos o de otras actividades que la autoridad competente del país de origen considere ilícitas. Toda oferta dudosa deberá ponerse en conocimiento de los organismos interesados, con todo detalle. Cuando un museo adquiera objetos arqueológicos, deberán publicarse las indicaciones suficientes que permitan su identificación y los detalles sobre la forma de adquisición».
El tratado internacional más importante, en este campo, que ha suscrito Guatemala es el que en 1975 firmó con México bajo el título de «Convenio de Protección y Restitución de Monumentos Arqueológicos, Artísticos e Históricos»; para la redacción de este convenio se tuvo en cuenta el que en ese mismo año había sido suscrito por Perú y México (Gobiernos de México y Guatemala, 1975).
Pese a todo, es cada vez más común ver aparecer grandes monumentos mayas en catálogos de museos y colecciones particulares de todo el mundo. Debe ya considerarse inválida la antigua falacia de que «es mejor tener una obra de arte expuesta al público en un museo, aunque haya sido robada, que oculta bajo tierra o en la selva de su país de origen». Cada nación tiene pleno derecho sobre su historia y su cultura, como lo tiene sobre sus recursos materiales. La herencia cultural de América indígena exige que se le conserve, proteja y rescate, de modo especial en un país como Guatemala, cuya población indígena alcanza el 70 por ciento de la población total y cuyas tradiciones se remontan a un venerable pasado.
Para denunciar el saqueo arqueológico de que es víctima la América indígena, a manera de ejemplo enlistamos a continuación los principales monumentos mayas sustraídos tan sólo de los sitios de Piedras Negras y Naranjo, en Guatemala; añadimos una lista de las instituciones y museos extranjeros que poseen dentro de sus colecciones estelas mayas.
1. Lista de monumentos mayas extraídos de Piedras Negras, Guatemala
Estela 2: El frente en el Minneapolis Institute of Art, el resto en una colección de Florida
Estela 3: Sólo queda el frente roto en 10 fragmentos; fue restituida por el Brooklyn Museum, y en la actualidad se halla en el Miami Museum of Sciences, en calidad de préstamo.
Estela 5: En el Museum of Primitive Art de New York
Estela 11: En fragmentos, en el Houston Museum of Fine Arts
Estela 34: En una colección privada en París
Estela 35: En el Rautenstrach—Joest Museum de Colonia
Altar 2: Restituido a Guatemala por el Copenhagen Museum
2. Lista de monumentos mayas extraídos de Naranjo, Guatemala
Estela 2: Parcialmente destruida y luego abandonada
Estela 3: Frente quebrado y luego abandonado
Estela 6: Rematada en Chicago en 1966; actualmente en una colección privada
Estela 7: Parcialmente destruida y luego abandonada
Estela 8: Recuperada tras haber sido robada; actualmente en el Saint Louis Art Museum, en calidad de préstamo
bátela 12: Algunos fragmentos recuperados en Belice
Estela 14: Algunos fragmentos recuperados en Belice
Estela 19: Recuperado sólo el frente, roto en 25 fragmentos
Estela 21: Algunos fragmentos recuperados en Belice
Estela 23: Robada la mitad
Estela 24: Recuperada en fragmentos; actualmente en el Houston Museum of Fine Arts, en calidad de préstamo
Estela 30: Recuperados 32 fragmentos; actualmente en el Houston Museum of Fine Arts, en calidad de préstamo
Escalera jeroglífica: Todos los escalones están distribuidos entre el British Museum, el Museum of American Indians y el American Museum of Natural History
3. Lista de las instituciones y museos extranjeros que poseen monumentos mayas
ESTADOS UNIDOS:
American Museum of Natural History, New York
Art Museum of Massachusetts
Brooklyn Museum
Chicago Art Institute
Cleveland Museum of Art
Dallas Museum of Fine Arts
Dumbarton Oaks Research Library and Collection
Everett Rasiga Inc, New York
Houston Museum of Fine Arts
Isaac Delgado Museum, Neo Orleans Kimbell Art Museum, Texas
Minneapolis Institute of Art
Museum of American Indians, New York Museum of Primitive Art, New York Nelson Gallery, Atkins Museum, Kansas New Orleans Museum of Art
New York Memorial Art Gallery Peabody Museum of Harvard
Philadelphia Museum of Art
Saint Louis Art Museum
Thomas Ford Gallery, Boston
Virginia Museum of Fine Arts
Yale University Art Gallery
EUROPA:
Berliner Museum für Vólkerkunde
Freiburg Museum, Berlin Rautenstrach-Joest Museum, Koln
Rijksmuseum vook Volkerkunde, Leiden
Reitberg Museum, Zurich British Museum, London Museo de América, Madrid
BIBLIOGRAFIA
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1971 – «Traffic in Antiquities», en American Antiquity, Vol 36, Níun 3, p 174—375, Salt Lake City.
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1975 – «Convenio de protección y restitución de monumentos arqueológicos, artísticos e históricos», en Boletín del INAH, Epoca II, Núm 14, p 59, México.
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