La obra de Juan Antonio y Juan Carlos Buschiazzo en el Asilo de Ancianos de la Recoleta (1880-1935)

DANA N°30Artículo publicado en la revista DANA, Documentos de Arquitectura Nacional y Americana, número 30, pps. 7 a 12, del Instituto Argentino de Investigaciones de Historia de la Arquitectura y del Urbanismo, año 1991, ISSN 0326-8640, Resistencia (provincia de Chaco), República Argentina.

Sin duda, el conjunto edilicio llamado La Recoleta es uno de los sectores urbanos de mayor raigambre e identidad de la ciudad desde el siglo XVIII. Surgió alrededor de la iglesia de Nuestra Señora del Pilar, su convento y su cementerio, hacia la tercera década del 1700, fuera de la traza original de la ciudad. Sobre una parte muy elevada de la barranca del río, era un enclave peculiar, característica que mantuvo pese a todos los cambios profundos que afectaron la zona en los siguientes dos siglos. Los edificios que nos ocupan forman parte del Asilo de Mendigos Gobernador Viamonte, construido a partir del 17 de octubre de 1858 (1) en superposición al claustro original, y que fuera creciendo y adicionando nuevos edificios hasta la actualidad. Hoy es el Centro Cultural Ciudad de Buenos Aires.

Con los años, el asilo fue creciendo por adición de nuevas obras y demoliciones parciales, haciendo irreconocible cada una de sus partes independientes. Incluso se hicieron galerías a dos y tres niveles que unían pabellones diferentes y siempre con cierta homogeneidad estilística, de tal manera que antes de la remodelación de los últimos años era difícil diferenciar el núcleo inicial de sus agregados posteriores. Por otra parte, la atribución a Juan A. Buschiazzo de la realización de obras en su interior era poco específica, y cuando se la intentaba detallar no quedaba del todo clara (2), en especial porque se sabía de la colaboración de su sobrino Juan Carlos en estos trabajos. Trataré de especificar y describir los edificios construidos por cada uno de ellos en base a un grupo de documentos y planos que se hallan depositados en el Instituto de Arte Americano «Mario Buschiazzo». (3)

La primera intervención de Juan A. Buschiazzo que figura en los documentos citados es del 14 de febrero de 1880 y se trata de una Memoria y presupuesto para la construcción de un lavadero en el Asilo de Ancianos, en el que en 6 páginas detalla minuciosamente las obras a realizar. Se trata de un pabellón de dos pisos, de 17,20 x 7,95 metros que serviría abajo para lavandería y arriba para secadero, con techo a dos aguas. Incluía también cuartos menores para depósito de ropa sucia y limpia, con sus estanterías de guardado, y un canasto con roldanas con el cual se subía la ropa. Abajo, grandes piletas de mampostería servían para el lavado mientras que los ventanales de hierro basculantes permitían el secado en tiempo de lluvia. El entrepiso era de vigas de hierro y tirantes de madera: una obra sencilla y práctica cuyo diseño estaba en función estricta de los requerimientos. La obra total fue presupuestada en 110.844,01 pesos, a los que debían sumarse el 5% de «honorarios por planos y dirección», con lo cual el total fue de 116.386,01 pesos. Esto no incluía el único aporte tecnológico interesante: un aparato para suministrar la lejía para el lavado, cuya descripción anexamos por considerarla de interés. Se trata de otra muestra de la inventiva de Buschiazzo para aplicar en nuestro medio máquinas simples inventadas en Europa. (4)

Al parecer, al año siguiente se iniciaron nuevas obras que no hemos podido identificar concretamente, pero que se suspendieron por irregularidades con el contratista, un tal Valcari. Fue en 1881 cuando se pudieron comenzar obras de cierta envergadura, y desde ese momento hasta 1885, gracias al impulso que le dio Torcuato de Alvear, se construyeron los edificios más importantes, en especial la Capilla.

Tenemos en ese sentido un documento que parece ser revelador, ya que se trata de un presupuesto para construir un «salón y capilla» fechado el 7 de marzo de 1881 y entregado a Buschiazzo por Juan M. Cagnoni y Cía. Este presupuestó las obras, incluyendo «las esculturas del ático» del salón, en 25 pesos, «los pináculos de los contrafuertes laterales», del frente y del ábside, el techo de pizarra y la bóvedas del techo. También se presentaron a la licitación Martiniano Antonini, Federico Boillat, Pablo Besanna y otro ilegible. El acto de apertura contó con la presencia de los miembros del Consejo de Administración: Cayetano Cazón, Jayme Llavallol y José Borbón, además de Buschiazzo; pero los cinco presupuestos no coinciden, según su lista, con los que se hallan en el expediente. Dada la diversidad de las cotizaciones se optó que la decisión fuera del arquitecto.

Tras esto, los documentos se suspenden. Sabemos que las obras fueron llevadas a cabo por la propia Municipalidad (5), aunque al año siguiente se llamó a licitación para construir el Pabellón de Acceso, también bajo proyecto de Juan A. Buschiazzo. Alvear formó una comisión de vecinos notables y abrió una suscripción pública para recaudar los fondos necesarios. Para fin de 1882 Alvear podía incluir en su Informe del Honorable Ayuntamiento las siguientes palabras:

«… habiéndose construido un nuevo salón bajo, ensanchado el departamento de la panadería construyéndose un nuevo horno, se construyeron las caballerizas y pesebres, se colocaron los aparatos para el servicio del lavadero, se hizo el piso de la galería del último patio y la galería y piso que comunica con el departamento de letrinas, se colocaron los lavatorios en el departamento alto y bajo, se abrieron los arcos para dar luz y ventilación a aquella galería, se compusieron los revoques de casi todo el edificio antiguo y, finalmente, se construye el pabellón o vestíbulo de entrada, estando próximo a su terminación y cuyo costo asciende a trescientos treinta y ocho mil ochocientos setenta pesos, según presupuesto aprobado. Fueron abiertos los cimientos de la capilla y llenados hasta la altura de 0 m. 20 fuera del nivel del terreno, y su construcción fue sacada a licitación.»

Para fin de año se obtuvo una donación de Saturnino Unzué de 87.000 pesos para construir un nuevo pabellón con su nombre, que permitió incluir 30 nuevas camas para internados. Así como la capilla fue una de las obras de mayor importancia, que llevó hasta 1885 el terminarla, también el pórtico frontal determinó el nuevo carácter monumental del conjunto, al darle un acceso académico digno de la envergadura de las obras que se venían realizando. Según las propias palabras de Alvear:

«Se ha construido el pabellón de entrada del establecimiento, que consiste en un gran vestíbulo de 11 m. 70 de ancho dividido en grandes compartimientos por medio de cuatro columnas, sobre las cuales descansan las platabandas que forman los compartimientos arquitravados del cielo raso. Este vestíbulo llevará piso de mármol y sus paredes y cielo raso serán decorados con suma sencillez. Tiene una gran puerta de entrada y otra que da al patio del establecimiento flanqueadas una y otra por ventanas que alumbran convenientemente este local. A la izquierda hay un cuarto para el portero, un pasaje y un cuarto de las Hermanas, y a la derecha se encuentra una escalera de mármol, con escalones macizos volados, que da acceso al departamento alto, y una sala de recibo que puede servir también como locutorio, por estar ligada con las galerías de comunicación general del establecimiento. Es segundo piso contiene un vestíbulo inmediato al descanso de la escalera, una pieza para Secretaría y un gran salón para las reuniones de la Comisión y a propósito para las solemnidades o para las fiestas de caridad que organice la Comisión. A la izquierda están las habitaciones actuales de las Hermanas.

La arquitectura de la fachada es bastante sencilla sin carecer tampoco de esa expresión que debe caracterizar el edificio público. En el centro forma un saliente, en cuyo cuerpo bajo está la puerta de entrada decorada de pilastras y cornisamiento con frontis curvo con una ventana a cada lado, y el cuerpo superior está decorado con cuatro pilastras con su cornisamento y frontis triangular adornado con acnoterios y antefijas, teniendo en el tímpano el escudo municipal. Un cuerpo entrante de cada lado termina en una cornisa más baja que la principal, rematando con una balaustrada con pilares coronados con vasos.»

Pero el proceso edificatorio parecía no detenerse nunca. En 1884 se iniciaron nuevos trabajos: una Ropería con armarios de cedro, la Panadería, Enfermería y Lavadero permitían una mayor comodidad para los 450 asilados del establecimiento. Pero sólo un año más tarde, el administrador Cayetano Cazón decía que «muy necesaria se hace la continuación del corredor que se construyó frente a los nuevos comedores, y que servirá para comunicar los pabellones aislados del patio» dado que el invierno no era considerado como benigno para que los ancianos caminen por el terreno sin protección. También la escalera estaba en mal estado y pedían que se la reemplazara por un ascensor: «El señor ingeniero municipal de acuerdo con las indicaciones que el señor Intendente quiera darle al respecto, y de que ya hemos hablado, formara los planos y presupuesto, con aquel objeto, la obra comenzara inmediatamente.» (6)

Jarín entre pabellones de dos pisos, con las galerías vidriadas, a un lado de la Capilla. Puede notarse la transparencia y liviandad del conjunto.

Jarín entre pabellones de dos pisos, con las galerías vidriadas, a un lado de la Capilla. Puede notarse la transparencia y liviandad del conjunto.

Fotografía tomada hacia 1880 cuando aun existían los primeros pabellones hechos por Juan Buschiazzo y que luego fueron modificados agregándoles otro piso y el sistema de galerías de interconexión.

Fotografía tomada hacia 1880 cuando aun existían los primeros pabellones hechos por Juan Buschiazzo y que luego fueron modificados agregándoles otro piso y el sistema de galerías de interconexión.

La capilla es una obra interesante, bien resuelta en pequeñas dimensiones en virtud de la necesidad de dar cabida a un número relativamente grande de personas, en dos niveles con accesos diferenciados, para hombres y mujeres. Fue diseñada en un neogótico sencillo, reducido a la planta, los pináculos sobre contrafuertes acusados, y bóvedas imitación crucería. La planta tiene tres naves: las laterales de dos niveles, con coro y ábside. Pero quizás lo mejor resuelto fue su integración al conjunto, ya que los corredores a dos niveles permitían un doble acceso pleno de movimiento espacial. Y si algo debemos destacar de todo el conjunto de obras, ya para 1885 arracimadas unas junto a otras, es lo liviano que se mostraba el todo, las amplias circulaciones abiertas o vidriadas que unían los pabellones, y los patios y pequeños jardines que se formaban entre ellos.

En 1887 hubo nuevos trabajos: el constructor Holleway levantó un salón para la enfermería de mujeres con 30 camas, se inició el salón de planta baja «debiendo el ingeniero municipal levantar el plano correspondiente» donado por Fermín Ortiz Basualdo (7) y también ya «se han construido con los fondos provenientes del baile de la Bolsa un gran comedor en el piso alto, como también una sala de labores para el departamento de mujeres, letrinas nuevas, ascensor y escalera.» (8)

Las obras continuaron: entre 1893 y 1894 nuevos proyectos de Buschiazzo vinieron a cubrir pequeñas necesidades de espacio, para los ahora 480 internados. Tenemos un documento por el cual se llama a licitación para construir un nuevo piso «arriba del pabellón Basualdo» y un comedor «arriba del viejo lavadero», ambas también obras del mismo arquitecto. Siempre con el mismo concepto de pisos altos unidos mediante galerías semiabiertas. Por cierto no está muy claro cuál fue el procedimiento llevado a cabo, ya que hay un presupuesto, de firma ilegible, presentado en abril de 1893, y a continuación hay otros 10 de exactamente un año más tarde. Se presentaron Bisighini Hermanos, Jaime Bartrons, Angel Bellome, Rafael Scarpa, Luis Castiglioni, Juan Baggio, Francisco Ventafridda, Agustín Rebagliatti, S. Pellerini y Juan Clobés, resultando elegido el presupuesto de Jaime Batrons.

Los trabajos consistieron en tirar los techos de ambas construcciones, levantar los muros y volver a hacer el techo arriba del segundo nivel, con un entrepiso de bovedilla de hierro en el primero. A partir de esta fecha Buschiazzo comenzó a no cobrar sus honorarios. Dice textualmente una hoja anexa al contrato, escrita por el mismo arquitecto: «9º. El ingeniero arquitecto Juan Antonio Buschiazzo también presente a este acto, casado, domiciliado en la calle del Callao 1450, mayor de edad, toma a su cargo gratuitamente la dirección de los trabajos objeto de este contrato». El proyecto es por demás sencillo: respetando en ambos casos las alargadas construcciones anteriores, sólo se permitió colocarle a las ventanas sobrios guardapolvos. Los detalles son mínimos, resueltos con soltura, y reutilizando los materiales de la demolición para abaratar los costos. Únicos detalles: una cornisa corrida y un pequeño cielorraso curvo sobre el techo del comedor. La sala sobre el pabellón Basualdo incluso tenía en la galería pies derechos de madera.

Al parecer, sobre los años del fin del siglo pasado, las obras de construcción fueron muy pocas, por la grave crisis y los problemas económicos subsecuentes. Pero en 1897 en asilo recibió varias donaciones grandes y la Municipalidad le pagó una deuda importante, con lo cual nuevamente se le pidió a Buschiazzo su ayuda para proyectar «cuatro salas sobre las que existían de un solo piso bajo, y demolición y reconstrucción de las galerías laterales abrazando la altura de los dos pisos»; también debía ocuparse de la «construcción en el espacio intermedio entre las citadas salas, de galerías que en el piso bajo contienen las escaleras (…) y en la parte superior el pasaje de comunicación y el cuerpo de los water-closets. Edificación de una galería longitudinal que liga entre sí los cuatro grupos de salas (…) con la capilla, y la reconstrucción de los pisos de las salas y galerías bajas» (9). El constructor fue Francisco Bisighini y el monto contratado de $ 108.000. Cuando en 1900 estuvo inaugurada esta parte, la capacidad de alojamiento subió a 361 hombres y 245 mujeres.

Buschiazzo, imbuido por el espíritu higienista de su época, en muchas oportunidades insistió en la importancia de la ventilación. Era éste el punto central de muchas teorías de la época acerca de la higiene y la sanidad. Respecto a los pabellones citados en último término, dice:

«Estos salones, perfectamente revocados por dentro y por fuera tienen cielorrasos de yeso en el piso superior, y revocadas las bovedillas en el inferior; sus pisos son de mosaico granítico, las puertas con celosías de cedro, y las ventanas de la misma madera con persianas mecánicas sistema Desplats y aparatos de sencillo y fácil manejo para abrir y cerrarlas banderolas, lo que unido a la colocación de ventiladores Sheringham y otros corredizos, dispuestos bajo las ventanas, ofrecen en conjunto una ventilación satisfactoria» .

La estética estaba clara ya que

«presenta el conjunto un aspecto pintoresco y armónico, bastante agradable en su elegante sencillez. Esta obra ofrece amplias comunicaciones, escaleras de rampas suaves y derechas, servicios sanitarios completos, luz y aire en abundancia, siendo todo sencillo, económico y sin lujo, como corresponde a la morada de los ancianos desvalidos que acoja y asila la caridad pública»

Según los documentos que venimos reseñando comenzaron a reactivarse los trabajos en mayo de 1913, cuando se licitaron nuevas obras: un lavadero, un dormitorio y obras conexas. El texto escrito a máquina y firmado por Juan Antonio y Juan Carlos Buschiazzo, indica que eran:

«un pabellón de piso bajo, entresuelo y piso alto, destinado a lavadero, secadero y dormitorio; una galería de unión entre este nuevo edificio y el antiguo; formación de un patio principal y otro para servicio; construcción de una escalera de acceso y nuevo techo al departamento de servicio del fondo y formación de un salón de recreo en el actual lavadero»

Es interesante ver en el plano como esto significaba demoler varios sectores construidos no muchos años antes y por él mismo, reutilizar rejas y vigas, y hasta usar los ladrillos para hacer cascote, e incluía expresamente la demolición de un palomar del que no se había hablado anteriormente.

Al parecer esas obras no fueron suficientes, y el contratista, José de Biasi, hizo un nuevo contrato por «obras adicionales», que consistieron en dos galerías de piezas de servicio, un local sobre el montacargas y «el arreglo de la caja de escalera principal de la calle Azcuénaga». Este mismo constructor, en marzo del año siguiente propuso nuevos trabajos, que Buschiazzo aceptó previa reducción de costo, y sin llamado a licitación alguno, para hacer «cuatro piezas, cuatro baños y un toilette sobre la panadería y despensa». Estos iban a ser cubiertos con chapa galvanizada, material que hace entrada por primera vez en el conjunto, el cual ya tenía para estas fechas una envergadura quizás única en la arquitectura hospitalaria de la ciudad.

Existe un plano con la letra y dibujo de Buschiazzo padre, fechado en 1903, al cual no lo acompaña documento alguno. Se trata de una sala pequeña, baños y galería vidriada a construir en un primer piso en la parte posterior del lavadero antiguo, en un nuevo ejercicio de insertar pabellones entre construcciones anteriores y unirlos mediante galerías semiabiertas.

El Asilo de Mendigos de la Recoleta fue transferido al gobierno nacional en 1907 como parte de pago por el terreno donde se levantaría luego el Hospital Torcuato de Alvear. (10)

El último grupo de papeles es muy tardío: firmado únicamente por Juan Carlos Buschiazzo, lleva fecha del 31 de agosto de 1935. Es en relación a una licitación un poco anterior para construir «cuatro galerías» nuevas con presupuesto de 22.982,40 pesos, obras que ganaron los constructores Davioli y Adamoli. Los planos adjuntos muestran las modificaciones necesarias en el conjunto para concluir esos pabellones, aunque no trae mayor información.

Más allá de la mayor o menor participación de los Buschiazzo en el total de las obras del Asilo, es evidente que este conjunto abigarrado de pabellones y galerías llegó intacto hasta la actualidad. Era un excelente ejemplo de la construcción desde mitad del siglo pasado, y donde la superposición de técnicas, materiales y estilos era única; era una verdadera lección de historia de la arquitectura, de los espacios abiertos, cerrados y residuales. El sistema de galerías abiertas, semiabiertas o cerradas creaba un movimiento espacial muy raro en nuestra arquitectura. Valgan las fotos como prueba de ello.

La remodelación intentada en los últimos años, más allá de haber estado bajo la dirección de uno de los mejores arquitectos del país, arrasó prácticamente con todo lo importante: el juego espacial, los pórticos y galerías, las sutiles diferencias estilísticas y constructivas, cosa que los Buschiazzo vieron y mantuvieron. Nunca quisieron homogeneizar, sino por el contrario hacer convivir los diferentes edificios entre sí.

Así, para hacer el siempre inconcluso Centro Cultural Buenos Aires se apeló primero a la demolición, luego vino el obvio abandono, más tarde los derrumbes, más tarde nuevas demoliciones para arreglar lo ahora perdido, y después el nuevo centro homogeneizando todo en un «modernismo» de mayor o menor calidad. No importan las buenas intenciones, importa el resultado y la falta de perspectiva: una simple restauración, una lavada de cara y un poco de imaginación sobre nuestras verdaderas condiciones de subdesarrollo, la imposibilidad de terminar los grandes proyectos faraónicos, hubiera salvado al conjunto y hoy tendríamos un buen centro cultural, un conjunto edilicio protegido y restaurado a costo mínimo. Lo hubiéramos conservado entero, completo y estaría terminado. Lo que durante casi un siglo supieron los arquitectos como Buschiazzo, que fueron haciendo los trabajos de a uno por vez, no se lo supo hacer ahora. Otra vez más los argentinos no supimos entender la lección de la historia.

Quedaría recordar la obra de Buschiazzo en el cementerio anexo a la iglesia y asilo. Se trata del peristilo de ingreso y una capilla; el primero en un pesado estilo dórico con piso de mármol donde puede leerse las fechas 1822-1881, año de la construcción. A sus lados se extienden los muros de cerramiento de ladrillo con remates almenados y torres de soporte. La capilla, puramente académica, de 6 x 10 metros, tiene en su interior un altar con un Cristo de mármol de Monteverde. (11)

El resto del conjunto, es decir la parquización de la Gruta de la Recoleta, fue hecho también por Juan A. Buschiazzo, quien creó en el sitio un rincón famoso por su cascada, gruta, bosque y grandes rocas de piedra artificial, todo hecho en cemento, obra que ya hemos analizado en otro trabajo (12). Todo este conjunto, ya desaparecido, conformaba con el asilo la más importante obra de los Buschiazzo.

Fachada del Asilo de mendigos de la Recoleta: una obra señera de la arquitectura nacional.

Fachada del Asilo de mendigos de la Recoleta: una obra señera de la arquitectura nacional.

Planta del Asilo de Mendigos de la Recoleta

Planta del Asilo de Mendigos de la Recoleta

ANEXO

Aparatos para la lejía

Los aparatos para la colada o lejía serán del sistema conocido en Francia como de Rene Duvoir empleados en muchos establecimientos públicos y privados de aquel país. Consisten en una pequeña caldera cilíndrica de cobre puesta en comunicación con la tina, donde se coloca la ropa, por medio de dos tubos; uno de los cuales termina en el fondo de ésta y el otro se prolonga en el centro hasta la altura del borde inferior terminando en forma de regadera. La tina tiene un doble fondo formado por un enrejado de madera calada para depositar en el intercalo comprendido entre éste y el fondo las sales alcalinas. La cubierta de la caldera que cierra por medio de un tornillo de presión, tiene una abertura con un flotante que la tapa o deja abierta según el nivel del líquido que contiene la caldera. Antes de hacer funcionar el aparato se coloca la ropa empapada en agua fría en latina y luego se hecha agua en ésta hasta que se llene la caldera; se enciende el hornillo y la presión del vapor hace pasar el agua caliente a la tina por medio del tubo terminado en forma de regadera, la cual después de filtrar al través de la ropa baja al fondo y cuando se ha acomodado en cierta cantidad hace abrir una válvula del caño que termina en el fondo y vuelve a la caldera donde vuelve a calentarse para pasar de nuevo a la tina, efectuándose así una circulación continua y por sí misma sin necesitarse más cuidado que el fuego del hogar.

Juan A. Buschiazzo
Buenos Aires
14 de febrero de 1880

Galería de intercomunicación entre los grandes ejes de circulación, abajo semiabiertos, arriba vidriados. Una buena muestra ahora desaparecida de la forma en que los Buschiazzo fueron uniendo los pabellones construídos en diferentes momentos.

Galería de intercomunicación entre los grandes ejes de circulación, abajo semiabiertos, arriba vidriados. Una buena muestra ahora desaparecida de la forma en que los Buschiazzo fueron uniendo los pabellones construídos en diferentes momentos.

Notas

1. Ricardo Lafuente Machain, El barrio de la Recoleta, Cuadernos de la Municipalidad, Buenos Aires, 1945.
2. Alberto Córdoba, Juan A. Buschiazzo: arquitecto y urbanista de Buenos Aires, Asociación Dante Alighieri, 1983.
3. Carpeta en el Instituto de Arte Americano rotulada Asilo Gobernador Viamonte de Mendigos, Buenos Aires.
4. Documento fechado el 14 de febrero de 1880.
5. Adrián Beccar Varela, Torcuato de Alvear, su acción edilicia; Kraft, publicación oficial, Buenos Aires, 1926.
6. Memoria de la Intendencia Municipal, Buenos Aires, 1885. Texto de Cayetano Cazón, pp.327-8.
7. Memoria de la Intendencia Municipal, Buenos Aires, 1887. Vol. I, pág. 237.
8. Ídem, pág. 544.
9. Memoria de la Intendencia Municipal correspondiente a 1898-1900, Buenos Aires, 1901.
10. Memoria de la Intendencia Municipal correspondiente a 1909, Buenos Aires, 1910, p. 101.
11. Elba Villafañe Bombal, Itinerario histórico de la Recoleta: arte y leyenda, Municipalidad de la Ciudad, Buenos Aires, 1978.
12. María del Carmen Magaz y Daniel Schávelzon, «Imaginación y cemento: grutescos y rocallas en la arquitectura de Buenos Aires», Summa N° 263, pp. 52-59, Buenos Aires, 1989.

Las fotos provienen del Archivo General de la Nación y del Instituto de Arte Americano (FAU-UBA)

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